Algunas familias tuvieron que comprar un celular para que sus hijos recibieran clases virtuales. / Gabriel Aquino
Para estudiantes del área rural del país como el caserío Los Encuentros, del cantón San Pedro la Palma, en el municipio de Tapalhuaca, La Paz, las clases en línea representan una dificultad más a las necesidades que les aquejan, esto como consecuencia de la falta de energía eléctrica en la zona.La poca luz que obtienen es producto de unos paneles solares reutilizados, y donados por el vecino cantón Panchimilama, del municipio de San Francisco Chinameca, con el cual o cargan un celular o almacenan la energía para iluminar sus hogares por las noches.Pero estos aparatos muchas veces no logran cargarse completos, lo que provoca que no reciban todas las clases programadas para el día, y que incluso llevó a estudiantes a perder exámenes en línea, en el 2020."Yo le digo, escribile al profesor, o a la profesora que ya se te terminó la carga del teléfono y que ya no vas a terminar de recibir, así hacemos”, narró Reina Isabel López, madre de familia y residente del cantón Los Encuentros.De esta manera las guías en físico se volvieron por un año en el aliado para continuar aprendiendo, y sin importar las distancias que tengan que recorrer para entregarlas tanto López como otros estudiantes aseguraron que continuarán haciéndolo porque "sin el estudio no es nada uno”.
"Una cora por cargar”.
Son 15 familias las que no tienen electricidad, y las que se ven obligadas a caminar más de una hora en búsqueda de alguna comunidad en las cercanías que pueda venderles $0.25 de electricidad, así lo relató Reina Isabel López, quien junto a su esposo Neftalí Ramírez, han buscado diversas formas para no pausar el proceso de enseñanza de sus hijos porque algún día ¨van a tener necesidad de su estudio¨.La falta de un recurso está provocando que futuros locutores, ingenieros y profesores se vean coartados en sus deseos de estudiar.El problema no solo viene por parte de la falta de electricidad, sino también la necesidad de conexión y la falta de la misma en la zona en donde habitan, provocando que niñas como Yamileth, a sus apenas 14 años de edad ya se preocupe porque "mucho se gasta” con el celular, esto debido que semanalmente sus padres deben cargar $10 en internet, pues su hermanita Silvia, que está en quinto grado, "también debe enviar tareas”.
Largas distancias.
Irma del Carmen Carrillo, narró cómo antes de la pandemia la educación ya era un desafío pues recorrían cada día cerca de una hora hasta el Complejo Educativo Marcos Ochoa, donde sus hijos reciben clases, incluso comentó que esta situación llevó a algunas personas ya adultas a desistir de continuar con sus estudios.Ejemplo claro fue el manifestado por Francisca Montoya Echeverría, quien explicó cómo su hijo mayor dejó de estudiar mucho antes de la pandemia debido a la situación de la distancia y la pobreza, sin embargo ahora es él quien apoya a su hermano menor para continuar con la educación media. Francisco de 17 años, hijo menor de Montoya, explicó que junto con las labores de estudiar debe colaborar en casa recolectando agua de un nacimiento de agua que se encuentra a 30 minutos de su hogar, esto para apoyar a su madre que trabaja vendiendo frutas y verduras y a su hermano, que es agricultor.
Tardan hasta una hora en cargar el celular en la comunidad más cercana. / Gabriel Aquino
Las computadoras.
La idea de computadoras emociona y preocupa a estos habitantes, porque "ahora si tienen una computadora se nos hace más difícil, porque tenemos que pagar más por esa carga”, como expresó un padre de familia.A pesar de tener más necesidades como la falta de agua potable, o la presencia de laderas en lugar de calles, estas familias solo piden una cosa, contar con servicio de energía eléctrica porque sus hijos lo necesitan para estudiar.