La crisis provada por la pandemia supera la Gran Depresión y la recesión económica de 2009, pues ha paraliza-do las economías de todo el mundo. En El Salvador aún se vive en cuarentena para contener la enfermedad. / DEM
El Salvador llega a su primer mes de confinamiento preventivo con cierta ventaja en el manejo de la crisis sanitaria por el COVID-19, pero aún con desafíos por atender en la consecuente crisis económica.De acuerdo con Roberto Artavia, presidente del Consejo Directivo del INCAE, El Salvador junto con Guatemala han logrado contener de mejor forma el avance de la pandemia, mientras que en la región Panamá comienza a llegar al límite de su sistema de salud.Agregó que las acciones tomadas por el Gobierno salvadoreño han sido contundentes y eso ha permitido bajar el riesgo sanitario.Hasta las cero horas del jueves, el Ministerio de Salud reportaba 164 casos de COVID-19, de los que se cuentan 33 recuperados y seis fallecidos.Artavia sostiene que junto con la atención de la emergencia por la pandemia se debe poner atención a los efectos sociales y económicos que esta trae. Advierte que los indicadores económicos pueden desplomarse a niveles de 15 o 16 años, en el peor escenario.De acuerdo con una simulación hecha por el INCAE, la economía puede cerrar el 2020 con una caída de hasta el -7% en el escenario más optimista, y de hasta -29 % en el más pesimista.Artavia explicó que estos datos parte de una simulación, la primera se tendría con una eventual caída del consumo, ahorro e inversión, exportaciones, remesas y turismo del 10 % y un aumento del gasto del Estado en 10 %.En contraste, explica, que si los indicadores de consumo, ahorro, inversión y exportaciones caen 25 %, mientras que el de las remesas se desploma en un 50 % -por la crisis gigante de Estados Unidos-, y si la actividad turística no se recupera y aunque el Estado elevara su gasto en 25 %, se llegaría a un escenario nunca visto, que Artavia describe como "un golpe gigante a la economía que es como volver 15 o 16 años en términos de crecimiento económico”."En otras palabras, nos despertamos en el 2020 y nos acostamos, cuando esto acabe, posiblemente en el 2003 o 2004. Eso hay que evitarlo a toda costa”, alerta.
Atender la crisis y planear recuperaciónSegún el economista, El Salvador está a tiempo de contener la enfermedad y, aunque reconoce el valor y contundencia de las medidas sanitarias adoptadas, recalca que estas han tenido un enorme impacto en la economía, la producción y el empleo, situaciones que deben tomarse en cuenta para activar programas de fomento, pero también de protección social.Explica que el impacto -en ese sentido- ya no es a través de la enfermedad, sino a través del desempleo, la pobreza, la caída del consumo y demás. "Empezamos a ver hay un deterioro en bienestar humano y desarrollo social por la enorme presión que pone el aislamiento, el hacinamiento, la pérdida de ingresos, la pérdida de empleo, la incertidumbre y tantas cosas que se nos vienen encima”, advirte.El investigador también sostiene que las medidas deben ser de consenso y que no se trata de una apertura abrupta de la economía, sino de un proceso gradual debido a que mientras no se identifiquen vacunas para el COVID-19, los países están expuestos a potenciales brotes.Artavia dice que es un imperativo tratar de reducir el número de muertes y cuidar la salud de la población y por ello es necesario activar protocolos fuertes para sectores vitales como el agro, pero también a la reconfiguración de los mercados una vez pasen las cuarentenas.Añadió que también es clave que entidades como el Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones en El Salvador (Proesa) comiencen a revisar y hagan un replanteamiento de los mercados socios y los objetivos. En ese sentido, destacó el rol de CINDE, en Costa Rica, que ha comenzado a diversificar su abastecimiento y a poner atención sobre las 44 multinacionales que anunciaron que saldrán de China y a poner más atención con empresas en Europa.Junto con las acciones macroeconómicas y de inversión, el especialista advierte que se debe garantizar la alimentación e incluso ejecutar políticas asistencialistas, esto para evitar estallidos sociales o crisis alimentarias.Agrega que en en las caídas de consumo "inevitablemente tendremos que hacer planes asistencialistas” para garantizar la cohesión social, donde se requerirá del sacrificio de toda la sociedad. Asimismo, recomienda poner atención a la situación de las pequeñas y medianas empresas que suelen ser las más vulnerables en una coyuntura como la actual.De hechos, sostiene que la crisis del COVID-19 se puede extender hasta por 500 días y que mientras se logra controlar la curva y abrir paulatinamente la economía, no necesariamente se estará libre de riesgos, ya que se sucederán episodios de brotes que requerirán de más esfuerzos y colaboración entre gobiernos y empresa privada.