Mujeres cafetaleras, las flores más importantes en fincas del cerro Cacahuatique en Morazán
Mientras muchos salvadoreños aún duermen, las mujeres de Morazán se levantan antes de las cuatro de la madrugada para irse a las fincas.
El reloj marca las 4:30 de la madrugada y para muchos salvadoreños es muy probable que aún sea hora de continuar descansando, pero para Deysi del Carmen Reyes es el tiempo exacto en que debe abordar el transporte que la lleva a sus labores diarias como cortadora de café en la Cooperativa San Carlos Dos, en el municipio de Osicala, Morazán.
Llegadas las siete de la mañana, Reyes se coloca un sombrero para protegerse del sol y se dirige a las camas de secado de café, donde comienza a revolver el grano ya despulpado. Con una jornada laboral de ocho horas, se convierte en una de las únicas tres mujeres que laboran en los patios de secado de la cooperativa.
Desde la edad de 14 años, Reyes conoció el trabajo de campo, gracias a su padre, abonando cafetales y arreglando veredas; acepta que "aprendió a hacer de todo”, tanto por el hecho de aprender a abonar, como de soportar cargas de costales de café hasta las faldas del cerro Cacahuatique.
"Cuando era adolescente lo más difícil era la carga, me ponían la bolsa entera, a uno no le tenían compasión, y si se caía o no podía alzarla (cestas) tenía que molestar a los demás compañeros para que ellos le ayudaran a uno. Ese era mi miedo porque no tenía suficiente fuerza; pero uno después agarra capricho con el trabajo”, indicó.
Israel Márquez, presidente de la Cooperativa San Carlos Dos, indicó que en cada cosecha y época de corta, de diciembre a febrero, "se necesitan más de 1,000 trabajadores” tanto para las fincas y patios de secado, como para el beneficio. Un 20 % de los colaboradores corresponde a mujeres, aseguró.
A una orilla del camino del cerro Cacahuatique, entre los verdes cafetales, Dina Evelyn Portillo junto a otras cinco mujeres forman parte de ese 20 %. Todas se dedican a cortar rápidamente cada uno de los granos de café y colocarlos en cestas hechas de paja. Mientras desempeñan esta labor, algunas escuchan música, otras platican y ríen, de manera consecuente, sin dejar de acumular cada libra en un costal de yute.
No solo se dedican a cortar café, pues desde hace un año también pasan al menos dos horas, luego de acabar con la tarea del día, para seleccionar el café deseado. Luego es procesado en el beneficio y enviado a los patios de secado.
Dina Evelyn Portillo forma parte de la cooperativa desde hace cinco años. En el transcurso de ese período observó cambios, tanto en el aumento de la producción del café como en el incremento de mujeres que laboran en la zona.
A través de este trabajo y ganando $1.65 por cada 25 libras de café cortadas, Portillo ha logrado durante cinco años ofrecerle un sustento a su hija, así como una garantía en su educación. "Lo que quiero es dejarle un bienestar a mi hija de este trabajo, y que ella pueda este oficio, ya esta muchacha tiene 22 años y yo la traía a ella antes, y espero dejarle aunque sea este trabajo”, agregó la productora.