Miles de salvadoreños que residen en Estados Unidos y se encuentran amparados en el Estatus de Protección Temporal (TPS, en inglés), viven con incertidumbre desde que en enero pasado, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) estadounidense, anunciara la cancelación del programa migratorio para El Salvador.A muchos de estos salvadoreños les preocupa perder sus trabajos, sus familias y regresar al país por la situación de violencia y de desempleo, que afecta a la nación.Para María Fuentes, María Carballo, Vicenta Fuentes y María Cruz, todas originarias de El Salvador y quienes por años han trabajado en edificios federales de EE.UU., su única esperanza es que políticos y funcionarios a los que han servido, las ayuden para evitar su deportación."Yo no tengo a dónde volver en El Salvador, por eso tenemos la esperanza y la fe de que algún político nos ayude. Ellos mandan y han sido testigos de lo que nosotras vinimos a hacer aquí, vinimos a trabajar y a atenderlos, les vamos a agradecer mucho que nos ayuden y que hablen por nosotros”, dice María Fuentes en una entrevista concedida a la cadena Univision.Esta salvadoreña, amparada al TPS, tiene más de 10 años de trabajar en una cafetería del Capitolio, gracias a que un amigo de la iglesia le consiguió el empleo. Cuenta, a la cadena de televisión estadounidense, que se encarga de limpiar las mesas para que los políticos y congresistas puedan almorzar, recoger los platos sucios, revisar que haya suficientes servilletas y que los frascos del ketchup estén llenos.El mismo temor a ser deportada enfrenta Vicenta Fuentes, quien abandonó El Salvador en el año 2000 por temor a las pandillas y actualmente trabaja como cocinera en el Pentágono. Fuentes asegura, en el reportaje publicado por Univision, que no saldrá de Estados Unidos aunque tenga que esconderse. Ella también espera que los senadores que conoce, "hablen por ella"para no ser deportada."Me siento orgullosa de haber trabajado en el Pentágono todos estos años porque ahí hay gente importante que define el destino del país, a muchos senadores los he conocido y están ahí esperando mi comidita”, declaró Fuentes al medio.Otra de las salvadoreñas que trabaja en el Pentágono es María Carballo, quien al igual que Vicenta comparte la idea de quedarse en Estados Unidos y no regresar a El Salvador, luego que venza el TPS."Para ser sincera si cancelan definitivamente el TPS me voy a quedar aquí trabajando como pueda. Yo dejé a mi hija en El Salvador hace 22 años casi recién nacida y aún no me la he podido traer. Estábamos en todo el trámite de los papeles para que se viniera para aquí cuando el presidente canceló el TPS. Fue el día más triste de mi vida, y eso que yo he tenido días muy tristes. Yo crucé la frontera, me cogieron, pagué fianza, luego pagué 2,500 dólares por unos papeles que resultaron falsos. Yo he vivido y he luchado todos estos años para poder trabajar con dignidad. No me voy a ir”, afirma.Carballo prepara pizzas y ensaladas en el Pentágono. "Nosotras no solo pagamos impuestos como los demás estadounidenses sino que además pagamos para poder trabajar. Yo siempre me pongo a pensar: si somos suficientemente buenas para cocinarles sus comidas, para arreglarles sus oficinas, limpiar sus mesas deberíamos ser suficientemente buenas para poder quedarnos en este país”, agrega.También la salvadoreña María Cruz, ha trabajado por años en el Pentágono, donde sirve almuerzos. Desde que se anunció la cancelación del TPS, cuenta que sus cuatro hijos viven con temor a que puedan ser separados y tanto ella como su esposo sean deportados a El Salvador. Por eso envía un mensaje a los funcionarios a los que ha servido: "Si pudiera hablarles a todos esos funcionarios para los que he trabajado les diría que no somos criminales, que vinimos aquí a trabajar, a luchar por tener una vida digna y además a servirles a ellos para que defiendan a este país", dijo.Según Connie Linares, una de las coordinadoras de Good Job Nation, unos 9,000 empleados salvadoreños con TPS trabajan en diferentes edificios federales.