Un centenar de cartas eróticas del pintor Gustave Courbet salen a la luz
El artista francés es conocido en todo el mundo por su cuadro erótico "El origen del mundo" (1866).
El pintor francés Gustave Courbet (1819-1877) es conocido ante todo por su cuadro "El origen del mundo" (1866) que despertó escándalo al representar un sexo femenino, y ahora esa reputación sulfurosa queda reforzada con un centenar de cartas de alto voltaje erótico que envió durante años a una parisina, y que acaban de salir a la luz.
Las misivas estaban sepultadas entre archivos de una biblioteca municipal y serán objeto de una exposición en Besançon, en Francia. Lee además: "Zapatos rojos utilizados en 'El Mago de Oz' serán subastados en diciembre".
La correspondencia corre entre noviembre de 1872 y abril de 1873 entre Courbet y Mathilde Carly de Svazzema, una mujer de alta sociedad en París que había sido abandonada por su marido.
El pintor le mandó 25 cartas, y Mathilde le contestó con 91, hasta que la relación se agotó, sin haberse nunca consumado físicamente. Aunque por el tenor de la correspondencia, no les faltó imaginación.
"Querida puta, sabes que daría no sé qué en este momento por chupar tu culo, morder tus pelos dorados, tu culo y devorar tus grandes pezones puntiagudos", escribe Courbet, antes de escribir a un fragmento aún más atrevido.
Mathilde no se queda atrás. "Tendré mi culo listo para recibir las sensaciones que te plazca hacerle experimentar", le responde.
Courbet era un pintor realista, partidario de la Comuna revolucionaria que incendió París entre 1870 y 1871.
Cuando inició esta relación epistolar con esta parisina se encontraba deprimido y enfermo, ya que el fracaso de la Comuna lo arrastró en la desgracia y estaba mal visto por las autoridades.
"Son las únicas cartas conocidas de Courbet con contenido erótico", destaca Henry Ferreira-Lopez, director de las bibliotecas municipales de Besançon. A su juicio, las cartas revelan "mucha sensibilidad y (una) concepción muy moderna de las relaciones entre hombres y mujeres".
Las cartas fueron legadas a una biblioteca pública hace aproximadamente medio siglo. Quedaron ocultas entre los archivos, hasta que hace un año una bibliotecaria, Agnès Barthelet, las descubrió.