Veinte años después del éxito de la generación comandada por Zidane y el actual seleccionador Deschamps, Francia vuelve a la cima. La maravillosa aventura croata finalizó con lágrimas (4-2). Puede irse orgullosa la selección balcánica, que mantuvo su fe hasta el desenlace.
Beneficiada por el VAR
Después de la época marcada por el dominio de España y Alemania, dos selecciones atractivas amantes de la posesión, ha llegado el momento de la vigorosa Francia, un justo campeón con otras virtudes. No disfrutan los ‘bleus’ con el pase y el toque, prefieren el rigor y el vértigo. Así fueron avanzando rondas en Rusia sin excesivos apuros hasta presentarse en la final ante un adversario mucho más castigado pero igualmente admirable por su capacidad de resistencia y orgullo.
Empezó Francia su camino con un triunfo ante Australia beneficiada por el VAR y encarrilló su éxito final de la misma forma. En aquel debut el uruguayo Andrés Cunha se convirtió en el primer árbitro de la historia en cambiar una decisión con el vídeo al señalar un polémico penalti sobre Griezmann. Ayer fue el argentino Néstor Pitana el protagonista.
El 1-0, marcado por Mandzukic en propia meta, se originó en una falta muy dudosa sobre el astro del Atlético. El 2-1 fue aún más debatible. Un córner lanzado por el ‘Principito’ pegó en la mano de Perisic. El colegiado no vio nada. Segundos después, entró en escena el VAR. Después de múltiples visionados, Pitana mantenía las dudas. Tras muchos vaivenes se decantó por el penalti. Con VAR o sin VAR, el criterio volvió a ser el clásico: beneficiar al más poderoso.
Afortunada ventaja
Entre ambos goles llegó el empate del volcánico Perisic, el extremo del Inter que ya agitó a su selección en la semifinal contra Inglaterra. Sorprendió a Lloris con un zurdazo excelente tras burlar a Kanté (m. 28). El mediocentro del Chelsea, muy lejos del nivel exhibido durante todo el torneo, fue una de las decepciones de la final.
Al descanso llegó Francia con una afortunada ventaja. No hizo nada reseñable para merecer ese premio ante un rival con muchos más minutos sobre las piernas, pero con la ambición intacta, empezando por un Rakitic descomunal capaz de cubrir todas las zonas del campo.
Desde el primer momento especularon los ‘bleus’ en busca de ese guion que tanto gusta a su técnico: mantener el orden a la espera del zarpazo. Con esa fórmula y el respaldo de Pitana, los franceses encararon la segunda mitad con buenas perspectivas para conquistar su segunda estrella.
El último latido
Croacia volvió del vestuario con la misma intensidad y corazón. Rebic acarició el empate con un gran tiro desviado por Lloris, pero Francia se mueve como nadie en ese contexto de agobio y resolvió pronto la final. Dos tantos en cinco minutos de Pogba (m. 59) y Mbappé (m. 64) aclararon las cosas. Quedaba media hora por delante y Croacia jamás se rindió. El gol del incansable Mandzukic tras un fallo de Lloris fue el último latido de una selección admirable que se dejó el alma hasta el último segundo.
El éxito francés coronó un torneo modélico en todos los sentidos. Puede estar muy orgullosa Rusia de su organización. Todo funcionó a la perfección en un país sobre el que se habían vertido muchas dudas. La aparición anecdótica de unos espontáneos en la segunda mitad de la final fue el único lunar de una seguridad ejemplar durante los 64 encuentros.