Este dato surge del informe mundial sobre las crisis alimentarias, lanzado la semana pasada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), en conjunto con la Unión Europea. Dicha investigación centra su atención en cómo previo a la pandemia ya habían unos 135 millones de personas en 55 países que experimentaron inseguridad alimentaria en 2019.
Para este informe, la FAO analizó 1.4 millones de salvadoreños que viven en el corredor seco de San Miguel, Usulután, La Unión y Morazán, recurrentemente los departamentos más afectadas ante la presencia de sequías o fuertes lluvias.
La investigación concluye que alrededor de 302,000 salvadoreños se encuentran en inseguridad alimentaria, es decir, con brecha en el consumo de alimentos que se refleja en la desnutrición aguda alta y son marginalmente capaces de satisfacer sus necesidades solo agotando sus medios de vida esenciales, explicó a Diario El Mundo Anna Ricoy, oficial de Gestión de Riesgo de Desastres de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la FAO.
De ese total, unas 239,000 personas se encuentran en crisis por la falta de alimentos y 63,000 se catalogan en emergencia por la grave ausencia de acceso a los alimentos. “Es importante tomar en cuenta que los datos provienen de fuentes de información generadas previo a efectos del COVID-19. Por eso, serán necesarios análisis de impacto adicional para evaluar los efectos en la seguridad alimentaria, en los medios de vida, y en el sistema alimentario”, recalcó.
¿Cómo afectaría?
El sector agropecuario, de subsistencia en El Salvador, es el más golpeado por el cambio climático. Cada año se enfrenta a fenómenos que dejan pérdidas millonarias y amenaza la seguridad alimentaria de los hogares que dependen de esta actividad, tal como ocurrió en 2018 con la sequía severa que se sufrió por más de 40 días o los seis períodos de sequía débil de 2019.
Esto ocasiona que las personas en situación de inseguridad alimentaria “ya se encuentran debilitadas por el hambre” y la salud de estos salvadoreños “puede verse comprometida por el impacto” de la pandemia. Ricoy explicó que en la medida que se restrinja el trabajo en la tierra, cuido de animales o acceder a los mercados para vender y comprar insumos, los ingresos podría verse debilitados, y estas familias se verían obligadas a vender sus activos (animales, bancos de pesca), incluso abandonar fincas.
“A medida que aumentan los casos de infecciones, podrían surgir situaciones de múltiples vulnerabilidades, en las cuales la crisis sanitaria se podría ver agravada por la inseguridad alimentaria”, indicó.
En ese contexto, la FAO recomienda asegurar la disponibilidad de alimentos a través de la siembra, la facilitación de producción familiar y programas de alimentación escolar durante la pandemia. También insta a escalar programas de protección social para que las familias puedan comprar sus alimentos y garantizar la cadena de suministro agrícola.