A los12 años de edad se unió a las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL), pero antes ayudaba a su familia en los trabajos de campo. Estando en el campo de batalla aprendió el oficio que ahora representa su principal fuente de ingresos y, a su parecer, cada día es más complicado por la sustitución de los relojes por celulares.
Don Fidel, como le llaman sus conocidos, relató que su primera experiencia intentando reparar un reloj no aconteció como esperaba. La primera pieza a la que tuvo acceso era un Mortima que su padre le regaló; un día se le cayó y no funcionó más. Intentó desarmarlo para arreglarlo, pero luego no pudo colocar las partes en su lugar.
“Solo lo desarmé, me recuerdo, pero desde allí se me quedó la curiosidad que me gustaba el trabajo”, indicó. Después de un tiempo, Durán aprendió el oficio ya que la organización al ver su interés por los relojes, le colocó a otro compañero para que le enseñara, y así “aprendieron el uno del otro” hasta que lograron manejar las técnicas de reparación.
En 1987 fue trasladado a la ciudad para servir como investigador de las FPL y mientras desempeñaba su papel dentro de este grupo militar, decidió seguir el oficio que había aprendido. Siempre procurando mantener su identidad en secreto. Con solo ochos días de haber bajado del “cerro”, decidió trabajar y omitió a su empleador que ya sabía sobre relojería.
Tras la muerte de su patrón, con una vitrina, una mesa de trabajo y herramientas prestadas en mano, decidió abrir su propio negocio bautizado como “Relojería Invicta”, ubicado desde 1989 en la sexta calle poniente #11, en Aguilares.
Durán cuenta con retos como los avances tecnológicos pues “ahora todo es electrónico y digital” cuando antes los “relojitos eran mecánicos suizos, japoneses, ahora no, son taiwaneses y son muy diferentes”. Pero, según comenta el aguilarense, el obstáculo que más amenaza con desaparecer el oficio es la telefonía móvil, ya que las personas prefieren comprar un celular a un reloj para ver la hora.
A pesar de todo, Durán asegura que aún cuenta con “clientes fieles” porque “cuando a uno le enseñan los padres buenos principios, buenos modales, y respetar a las personas, pues dura el trabajo. En estos negocios la honradez es cuanto antes,” comentó.
Durán cree que el oficio debe persistir en las siguientes generaciones y, por ello, enseñó a cinco miembros de su familia cómo reparar relojes, el oficio que le permitió sacar adelante a sus hijos. Todos lograron tener sus casas con los ingresos obtenidos de este empleo, asegura el salvadoreño, cuyo deseo es heredar el conocimiento a su actual aprendiz “para que no muera esta clase de negocios en el futuro”.