Juan Cruz Acosta aprendió el oficio de la sastrería a la edad de 15 años, y por más de 39 lo ha practicado como su único trabajo; sin embargo, asegura que éste corre un grave peligro de desaparecer, porque ningún joven quiere aprenderlo.
Afirma que en el municipio de Aguilares, lugar donde reside actualmente, solo quedan cinco personas que practican la sastrería.
“Los sastres viejos nos vamos a ir acabando y ya no van a haber sastres que tienen récord de historia; aquí en Aguilares ya murieron bastantes”, indicó.
Cruz agrega que es muy probable que la apatía sea porque “quizás miran que el sastre poco trabaja ahora”.
Señala también que existen factores que provocan que la labor de sastrería no sea como antes, por ejemplo: la importación masiva de ropa americana, pues este sastre indica que esta clase de comercio provoca que las personas lo prefieran por ser de más bajo costo; pero asegura que la ropa elaborada por un sastre siempre es de mejor calidad. De igual forma, desde hace 10 años la demanda por uniformes escolares “descendió drásticamente”, comentando que antes, para inicio de año, “habían colas esperando ser atendidos”.
A pesar de todo, Juan Cruz desea que los jóvenes se motiven para aprender el oficio, tal como él lo hizo guiado por su padre, pues primero aprendió a hacer pantalones, “mi papá me enseñó a pantalonear; yo comencé a trabajar con él, pero después de eso ya empecé a trabajar personal, en la casa”, aseguró.
Con el paso de los meses fue aprendiendo a confeccionar otra clase de prendas, solo con el hecho de observar la forma de hacerlo, sin asistir a academias, y “sin que alguien más me enseñara todo lo que ahora sé”.
Este sastre se considera autodidacta, pues comenta que aprendió a coser vestidos para novias, sacos para trajes, pantalones, camisas, boinas, sombreros, mochilas, solo con “ayuda de mi imaginación” aseguró.
Con la llegada de la guerra civil, este sastre aprendió a confeccionar diferentes implementos militares, como porta cargadores de fusiles, cinturones y uniformes castrenses, debido a que a veces le preguntaban si podía elaborar prendas de esa clase y, por la necesidad que existía en esa época, utilizaba su “astucia” para solventar los encargos que le hacían y ganar de esta forma algo de dinero.
Pero debido al recrudecimiento de la guerra, emigró de Suchitoto, su pueblo de origen, hacia Aguilares y desde hace 30 años alquila un local donde estableció su negocio, ubicado en la 6ª calle Poniente de esa ciuidad, asegurando que “no necesita un letrero”, porque todos saben que él se dedica a la sastrería.
Intentando heredar el negocio a sus hijos, Juan enseñó el oficio a dos de ellos, pero uno falleció y el otro ya no lo practica.
Juan se encuentra preocupado porque teme que la profesión desaparezca algún día, y espera en un futuro tener aprendices que entiendan que la mayor satisfacción de todo sastre es hacer a la perfección su trabajo, señalando que para él “ver a las personas cuando se tallan la ropa y les queda bien, es la mayor sensación de satisfacción”.
A pesar de estos inconvenientes, Juan busca proyectos para volver a tener las ganancias que disfrutaba hace más de 10 años, y para devolverle a la sastrería “el lugar que se merece en el mercado”, como es adquirir nueva maquinaria industrial para incorporarse de esta forma a la elaboración y entrega de uniformes en el proyecto de paquetes escolares, porque admite que cuando el programa inició durante el mandato del expresidente Mauricio Funes, decidió integrarse, pero ocurrió un problema y es que existía “mucho retraso de pago, y uno al trabajador hay que pagarle por obra” explicó Cruz.
Este sastre espera que el actual gobierno agilice los pagos a quienes contrate para la confección de prendas escolares.