El Salvador cumplió un mes de cuarentena domiciliar el pasado 21 de abril, una medida que ha permitido contener el avance de la pandemia del COVID-19 y salvar vidas.

Sin embargo, junto con las acciones para atajar la crisis sanitaria, se está profundizando una de tipo económico. Aunque la mayoría de sectores no objeta las medidas, los indicadores de la economía y los sectores más vulnerables comienzan a resentir el paro preventivo.

El golpe económico no es exclusivo de El Salvador, pero debido a la estructura de su Producto Interno Bruto (PIB), por la dependencia de las remesas, alto nivel de deuda y relaciones comerciales, el impacto se prevé que sea mayor.

El Salvador fue el primero de los países del área en cerrar fronteras y activar protocolos para proteger a sectores vulnerables y también en activar el pago de un subsidio para los afectados. Sin embargo, la inédita coyuntura ya tiene impactos macroeconómicos que se teme se reflejen en el corto plazo en un severo deterioro de otros indicadores sociales.



El Ejecutivo se prepara para lanzar un plan de fomento económico que se prevé ronde los $1,000 millones y que contemplará líneas de créditos blandos para proteger el empleo. El nuevo programa enfrenta un gran reto, ya que para su fondeo el Gobierno de Nayib Bukele debe recurrir al mercado internacional para contratar aun más deuda.

La semana pasada, Roberto Artavia, presidente del Consejo Directivo del INCAE, indicó que El Salvador junto con Guatemala han logrado contener de mejor forma el avance de la pandemia, mientras que en la región Panamá comienza a llegar al límite de su sistema de salud.

Artavia sostuvo que junto con la atención de la emergencia por la pandemia se debe poner atención a los efectos sociales y económicos que esta trae. Advirtió que los indicadores económicos pueden desplomarse a niveles de 15 o 16 años, en el peor escenario.

De acuerdo con una simulación hecha por el INCAE, la economía puede cerrar el 2020 con una caída de hasta el -7% en el escenario más optimista, y de hasta -29 % en el más pesimista.

En la primera se logra con una eventual caída del consumo, ahorro e inversión, exportaciones, remesas y turismo del 10 % y un aumento del gasto del Estado en 10 %.

En contraste, si los indicadores de consumo, ahorro, inversión y exportaciones caen 25 %, mientras que el de las remesas se desploma en un 50 %, con una nula reactivación del turismo y aunque el Estado eleve su gasto en 25 %, se llegaría a un escenario nunca visto, que Artavia describió como “un golpe gigante a la economía que es como volver 15 o 16 años en términos de crecimiento económico”.