¿Con qué le vamos a dar comida a nuestros hijos?, se pregunta Rosario Ramos Gómez mientras recoge del suelo, uno a uno, los granos de café maduros que se cayeron tras el paso de los huracanes Eta e Iota. Para Gómez, pequeña caficultora en Candelaria de la Frontera, en Santa Ana, el sustento de su familia depende de la corta de café y cultivos de granos básicos, todos dañados por las lluvias y con pérdidas irrecuperables.
Si bien ambos ciclones no afectaron a El Salvador tanto como ocurrió en Nicaragua, Honduras o Guatemala, el sector agropecuario nacional reporta pérdidas millonarias por daños en cultivos de frijol, hortalizas y café, este último en pleno inicio de corta para el ciclo 2020-2021.
Nos afectó mucho porque en estos días íbamos a cortar el café. No lo pudimos cortar porque estaba lloviendo, no se consigue mano de obra, y se cayó”. Rosario Ramos Gómez, productora de Candelaria de la Frontera
En El Salvador la corta de café comienza en octubre de cada año. Así, el exceso de lluvia ocasionado por los huracanes Eta e Iota, ocurridos en menos de tres semanas, generó que el grano maduro se agrietara y se cayera.
El producto caído es irrecuperable, advierte Gómez y estima que entre 30 y 40 % del grano listo para la cosecha 2020-2021 ya se perdió en esta localidad. “Es una inversión perdida. Si esta cosecha se nos cayó, este año va a ser peor y, posiblemente, se lleguen a perder las fincas porque ¿cómo las vamos a mantener? Ni pensarlo cómo vamos a hacer para trabajar”, manifiesta.
“Son pérdidas inminentes”, agrega César Soldoñez, también productor de Santa Ana, para quien la situación financiera del sector se agravará porque no podrán cumplir con los compromisos de créditos adquiridos para producir este año.
“Solo el cafetalero sabe lo que en verdad cuesta producir un quintal de café. Batallamos con cambio climático, precios bajos, delincuencia (…) y ahora con pérdidas que nos van a repercutir con créditos de avío”, sostiene.
El productor viene arrastrando deudas. Se llega a un punto donde los caficultores ya no se puede seguir y dejan perder sus fincas. El café no es reconocido”. César Soldoñez, productor de Santa Ana
Granos verdes en riesgo
En Usulután el grano del café no se cayó, pero sí hay brotes de roya y antracnosis, advierte José Joaquín Ginjaume, presidente de la Asociación Cafetalera por este departamento. “Es natural que se incrementara por los cambios que hemos estado sufriendo en la temperatura este año”, asegura.
La misma situación ocurre en Santa Ana, el departamento con mayor producción de El Salvador. Los caficultores advierten que los granos verdes se encuentran en riesgo de perderse si la roya se desarrolla como un ataque agresivo parecido al ocurrido en 2013, cuando derrumbó la producción a más de la mitad y el sector no volvió a recuperarse.
Yo veo que hay una gran indiferencia después de que el café ha sido la base fundamental de la economía y sigue siendo un bastión”. Amílcar Vega, productor de Santa Ana
Tanto la roya como la antracnosis son dos hongos letales para las fincas que requieren atención y asistencia inmediata, advierte Amílcar Vega, productor de Santa Ana y dueño de la finca Los Tapiales, donde hasta el 40 % del grano maduro se perdió y la antracnosis se ha proliferado a lo largo de 23 manzanas.
Vega asegura que aplicó en dos ocasiones fungicidas para la roya, pero la intensidad de las lluvias por Eta lavó el químico y luego con Eta se cayó el grano maduro.
Para este productor, no ha existido una “verdadera política” de apoyo al sector sino “solo parches”. “Yo veo que hay una gran indiferencia después de que el café ha sido la base fundamental de la economía desde el siglo pasado y sigue siendo un bastión del tema hídrico y ambiental”, suma.
Propone que se le reconozca al sector su aporte hídrico a través de bonos verdes y que se entregue “no menos de $1,000 por manzana para dar un incentivo y que las fincas no sigan siendo voladas”.
Más pobreza
El sector caficultor arrastra, desde hace tres años, una caída en el precio internacional del café, una crisis que no les permite cubrir los costos de producción. Ya algunos productores decidieron abandonar las fincas, otros las quemaron para sembrar granos básicos o han sido embargados por no pagar con las financieras y cooperativas.
Este año ha sido atípico para los caficultores por la pandemia de covid-19, aunque se mantuvieron las labores de limpieza, poda y foliares en las fincas.
Sin embargo, Soldoñez reconoce que tuvo que reducir la mano de obra en su finca porque no tenían suficiente dinero para pagarles.
“Me vi obligado a decirles a los señores que no tenía trabajo y ellos son trabajadores, como mi familia, y se quedaron sin empleo” unas 10 familias que antes laboran en la finca, dice el productor de café.
La mayoría de caficultores salvadoreños no solo dependen de este cultivo sino que aprovechan los microclimas de las fincas para sembrar frutas o verduras. También los productores se dedican al cultivo de maíz y frijol, pero también se ha dañado por las lluvias.
“Cuando estuvo la pandemia (la fase de confinamiento) no pudimos ir a trabajar. Las fincas se ‘matorralaron’, más estas tormentas, vinieron a botar la cosecha. Hoy no sabemos de ni qué vamos a mantener los cipotes. Hay varias productoras de café que van con los muchachitos a trabajar a las fincas”, suma Gómez, una madre de tres niños incluyendo uno que tiene síndrome de Down.