La gigante red social Facebook enfrentó esta semana dos duras audiencias en el Congreso y el Senado estadounidense, alarmados por la filtración masiva de datos de los usuarios y la influencia política que tuvo en la última campaña electoral norteamericana gracias a la participación de una granja de hackers rusos.

“Esto se trata de su derecho a la privacidad, los límites del derecho a la privacidad, y cuanto de esa privacidad se regala en nombre de conectar a las personas alrededor del mundo”, le advirtió un congresista al fundador y socio mayoritario de Facebook, Mark Zuckerberg, que lucía evidentemente incómodo ante los cuestionamientos.

El manoseo de la privacidad en manos de comerciantes de datos es un asunto que debe preocupar a todos los usuarios de redes sociales en todas partes del mundo. La utilización política de esos datos es solo uno de los múltiples objetivos de esa práctica y Facebook claramente fue o cómplice o negligente al respecto.

Intentar influir en resultados electorales como le ocurrió con el polémico Donald Trump que lo llevó a ocupar la Casa Blanca en 2016, es un riesgo permanente para sociedades menos educadas y más influenciables como la nuestra, de ahí que este escándalo no debe verse como lejano o ajeno a nuestra realidad.