Imágenes en blanco y negro fueron retransmitidas en directo pero llegaron al público estadounidense en diferido.
Todavía no existía la televisión en color y pocos tenían un aparato en casa. Pero la novia, estadounidense como la prometida de Enrique, Meghan Markle, era el ingrediente perfecto para dar un toque de glamur a Mónaco y ayudar al joven príncipe de 32 años a dar un nuevo impulso a su pequeño Estado en un período de posguerra.
Consciente de los beneficios que podía sacar de la presencia de cámaras de televisión de todo el mundo y de su alianza político-económica con Estados Unidos, el Principado no escatimó para hacer de esta ceremonia un evento mediático planetario.
El 19 de abril de 1956, tres años después de la retransmisión de la coronación de Isabel II de Inglaterra, 30 millones de telespectadores europeos en nueve países vieron la boda en directo por televisión, un evento cubierto por 1.800 periodistas, un récord en ese entonces.
En cambio, en Estados Unidos, la ceremonia fue retransmitida en diferido. “La cinta fue enviada por avión ya que no habían aún satélites”, explica el documentalista Frédéric Laurent. “En los días siguientes, la ceremonia fue también retransmitida en salas de cine”.
“Hubo que esperar 25 años -a la boda del príncipe Carlos y de Diana- para volver a vivir un evento similar”, apunta. “Rainiero era consciente del poder de los medios. Su boda fue imaginada como un gran evento que volvió a poner a Mónaco en el mapa en momentos en que el principado estaba estancado y los diarios de posguerra se interesaban poco por él”.
Seda, tul y visón
El amor entre Rainiero y su princesa hollywoodiense fue una bendición para la prensa del corazón, que estaba fascinada por esta bella estadounidense criada en el seno de una rica familia católica irlandesa de Filadelfia.
Fue un fotógrafo de la revista francesa Paris Match quien presentó al príncipe de Mónaco esta actriz, musa de Alfred Hitchcock, con ocasión de una serie de fotos exclusivas en Mónaco en 1955 durante el Festival de Cannes. Grace Kelly acababa de ganar un Oscar a la mejor actriz. Era, junto con Ava Gardner y Marylin Monroe, una de las tres grandes estrellas del momento.
El diseño de su vestido de novia, regalo del estudio Metro Goldwyn Mayer.