El ganador de esta categoría será revelado la madrugada del viernes. Y aunque compite con la joven activista ambiental Greta Thunberg, o el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom; para este salvadoreño la sola nominación es un honor.
Latzo lleva un maletín verde y al interior de un folder conserva una serie de imágenes, poco a poco va poniéndolas sobre la mesa mientras explica los recuerdos de cada una, corresponden a su trabajo en “Plantando América”, un método educativo que además de plantar árboles crea valores.
Su apuesta son las nuevas generaciones y le entusiasma el trabajo con niños. Explica que hay pocas personas con conciencia ecológica, pero hay una manera de fomentarla, primero debe iniciar en la niñez y luego darle seguimiento durante varios años.
De eso trata su método. Documenta el proceso del crecimiento de un árbol involucrando a niños que siguen su evolución. Les pide que tomen una fotografía con el árbol recién plantado y en años posteriores siguen capturando la misma postal.
Durante su carrera ha recibido apoyo y reconocimiento de autoridades internacionales. Latzo recorrió diferentes ciudades del mundo como vocero de su método educativo “Plantando América”, luego se convirtió en “Plantando Europa” y “Plantando Asia”.
Y a pesar de este reconocimiento internacional y de aparecer en las páginas de los periódicos más importantes de Alemania, Noruega, Asia, China y España, en su país de origen se le conoce poco. “Siempre era bien recibido en otros países, menos en el mío. La razón la desconozco”.
Aunque destaca el apoyo que ha recibido últimamente por parte de la ministra de Educación Carla de Varela, quien lo nominó al Nobel, junto con el diputado independiente Leonardo Bonilla y el ex ministro de medio ambiente de República Dominicana Ángel Estévez.
Su idea más reciente para apoyar el medio ambiente es “Bosquesito infantil de árbolitos frutales”, proyecto que ha sido apoyado por la municipalidad de Ilopango y el titular de Obras Públicas.
Cuando se le consulta si todavía participa en la siembra o se limita a observar y explicar el proceso, responde con mucha seguridad: “Tengo la energía de un hombre de 35 años. El entusiasmo siempre lo he tenido y lo tendré hasta el último día de mi vida. Creo en lo que hago. Soy un hombre con grandes cosas por hacer. Tengo una misión que cumplir”.