Decenas de familias acudieron ayer al sitio donde a las 11:34 de la mañana del sábado 13 de enero de 2001, un terremoto de 7.6 grados desprendió toneladas de lodo y rocas sobre más de 150 viviendas de la colonia Las Colinas de Santa Tecla, La Libertad, donde 536 personas perdieron la vida. En medio de cánticos religiosos, oraciones y recuerdos, dolientes colocaron flores en donde sus familiares murieron soterrados. El vicepresidente Óscar Ortiz, la procuradora de Derechos Humanos, diputados y funcionarios de la alcaldía de Santa Tecla asistieron a la misa.

 

Doña Ana recuerda la pérdida de su hija y su familia


 

En el momento del terremoto, Ana de Fernández estaba dentro de su vivienda, en la Colonia Las Colinas, municipio de Santa Tecla. Salió corriendo, pero ocurrió que un “mantel” se le cruzó entre los pies y no pudo avanzar agilidad. Eso le salvó la vida.

Ella considera que, si hubiese avanzado un poquito más, la hubiese aplastado un poste del tendido eléctrico. Sus pies quedaron soterrados de lodo y algunas ramas de un árbol de mango le causaron golpes, pero fue rescatada con vida. Sin embargo, ella perdió a su hija y a su nieto. Ella se consuela y dice: “Les convenía morir”.

El pequeño Jorge Alfredo, de 10 años, acostumbraba ir los sábados a una escuela de fútbol en San Antonio Abad, San Salvador, donde su abuelo, esposo de Ana de Fernández, impartía clases.

Pero ese día, a las 7 de la mañana, informó que no iría a practicar fútbol y que se quedaría en casa. Ana de Fernández; recuerda que su hija Mónica Tatiana también se hubiese salvado porque acompañaba al niño a los entrenos.

Durante el terremoto, los niños de la escuela de fútbol estaban en plenas prácticas. Su yerno, Jorge Alfredo Rodríguez, también acostumbraba ir a trabajar los sábados, pero ese día había decidido no ir. También estaba en casa la suegra de su hija. Todos ellos murieron por el alud de lodo que cayó sobre la colonia Las Colinas. Ana de Fernández estuvo ayer en primera fila en la misa en memoria de las víctimas del terremoto que quitó la vida a muchos salvadoreños y se convirtió en la tragedia del año 2001. Cargó los retratos de sus seres queridos. A pesar de haber transcurrido 16 años dice tener frescos los recuerdos.

Ana de Fernández junto a esposo en Las Colinas. / M. Moreno

Con una imagen del “niño Dios” recordó a madre y hermano


 

La mañana del día del terremoto de enero de 2001, María de los Ángeles Córdoba decidió ir a hacer unas compras a San Salvador junto a su hijo. Se despidió de su madre Marta Palacios, quien amablemente le ofreció tenerle “pescado frito” para el almuerzo. Cuando regresó, se encontró con una imagen dantesca. Todo estaba sepultado bajo toneladas de lodo, piedras, árboles. “Ya no logramos comer, mi madre y mi hermano mayor, William Alejandro Córdoba, estaban soterrados”. A su mamá, la encontraron bajo toneladas de lodo, al día siguiente, enfrente de la tortillería. Su hermano fue desenterrado cinco días después, cerca de la casa.

Ayer María de los Ángeles improvisó un pequeño altar en el lugar donde vivían. Además de las fotografías de sus seres queridos, colocó una imagen del “Niño Dios”, una herencia de su madre.

Recuerda que, el 28 de diciembre de 2000, su madre le obsequió la imagen y ella se la llevó a su negocio en la ciudad de Santa Tecla.

“Me dijo ‘Llevátelo’, yo le decía que no, que era de ella, pero mi mamá me dijo llevátelo”, dijo.

Esa imagen, con gran valor sentimental para María de los Ángeles, es llevada todos los años a la procesión de los Santos Niños Inocentes, de Antiguo Cuscatlán.

Ayer, por ser el día siguiente de Día de Reyes, decidió llevarlo al lugar donde ocurrió la tragedia. María de los Ángeles dice tener un fuerte arraigo por el lugar donde vivió muchos años. Pide al Gobierno quitar la veda a la construcción. También pide un crédito “blando” para volver a construir.

María de los Ángeles llegó a Las Colinas / Marcela Moreno