Tres salvadoreñas están viviendo la experiencia de sus vidas en Wuhan, China, aisladas, preocupadas por la epidemia de coronavirus descubierta en esa ciudad este mes.

Rebeca Castrillo, Daniela López Díaz y Susy Melgar llegaron hace cinco meses a Wuhan con una beca del gobierno de ese país. Las recibió una vibrante ciudad llena de turistas, enorme cantidad de gente, vehículos y motos. Pero, según Rebeca, la ciudad hoy se parece más a una película de zombies, totalmente vacía, opacada por el virus.

La residencia universitaria donde viven las tres jóvenes salvadoreñas en la Central China Normal University, solía ser bulliciosa, concurrida y alegre como todo grupo de jóvenes. Hoy no hay nadie fuera de sus habitaciones. No hay restaurantes, bares ni discotecas abiertas y las tiendas en los alrededores están cerradas.

“Los estudiantes extranjeros hemos sido instruidos con una serie de recomendaciones que las autoridades de la universidad nos han brindado para mantenernos a salvo del virus”, explica la salvadoreña y asegura que las medidas de prevención son extraordinarias. Rebeca, de 23 años y originaria de San Salvador, relata que han sido aislados del exterior: “Únicamente podemos salir a comprar comida u otros elementos que sustenten nuestras necesidades”.

“Por mi parte estoy bien gracias a Dios, aunque preocupada por la actual situación que está atravesando la ciudad”, afirma.

Sin embargo, dice que su mayor temor es que “el virus se propague de manera incontrolable y empiece a afectar a otros países cuya sostenibilidad social y económica no es muy buena para sobrellevar una situación como esta”.

Una estación de metro cercana a ocho minutos de la universidad en donde estudian.


Las salvadoreñas estaban de vacaciones por el Año Nuevo Lunar Chino y tenían planes de conocer la ciudad u otros lugares emblemáticos; todo cambió con el coronavirus.

 

Un cambio drástico

“Ha sido un cambio bastante drástico. Actualmente todos los establecimientos han sido cerrados por órdenes del gobierno chino para evitar la aglomeración de personas y por ende evitar la expansión del virus, básicamente estamos viviendo en una escena de película de zombies”, afirmó Castrillo en una extensa conversación con Diario El Mundo.

Daniela López también expresa su preocupación. “Me da miedo que la situación siga empeorando. Ya nos afecta hasta en nuestros estudios”, afirma Daniela. En efecto, las clases que estaban previstas a reiniciar el 11 de febrero, han sido reprogramadas a una fecha aún no establecida.

Así lucía Wuhan antes del brote del nuevo coronavirus.


“Los ciudadanos de Wuhan y otras dos ciudades aledañas hemos sido aislados para evitar la propagación del virus tanto dentro como fuera del país. Solo nos queda colaborar con las indicaciones del gobierno chino para prevenir un contagio”, dice Rebeca, de 18 años y originaria de Tejutla, Chalatenango.

Según Daniela, los estudiantes no creían que “la situación se fuera agravando cada día pero la verdad el cambio fue muy rápido, me sorprendió la rapidez con la que actuó la universidad en la que estudiamos, nos dieron termómetros y mascarillas para nuestra protección”.

Luego los locales de comida rápida y bares cerraron e incluso los negocios dentro de la universidad fueron clausurados.

Susy Melgar y Daniela López, en un desfile en Wuhan.


El sábado fue el último día en que pudieron salir a comprar comida enlatada u otro tipo de comida para mantener alimentos de reserva en sus habitaciones, sin correr el riesgo que se les arruine. Dentro de la universidad hay una pequeña tienda que cada día pone cosas nuevas para los estudiantes.

A las salvadoreñas les gustaba la seguridad que se respiraba en Wuhan antes de la crisis del coronavirus. En las redes sociales de las tres jóvenes pueden verse fotos de sus paseos por una ciudad ampliamente iluminada, llena de coloridos rótulos y una intensa actividad comercial. A Wuhan la atraviesa el río Yangtze y los lugares más atractivos para los turistas incluían la Torre de la grúa amarilla, el templo Guiyan y el jardín botánico de la ciudad. Hoy todo cerrado.

“Uno podía encontrar comida a altas horas de la noche. Hoy no hay nada. Las cadenas de comida rápida y de comida local están cerradas y los estudiantes tienen prohibida la comida callejera, especialmente carnes y mariscos”, dice.

Las motocicletas –que se cuentan por miles en cualquier semáforo– han desaparecido de las calles y el popular servicio Taobao –algo así como Hugo o Uber eats– ha sido cancelado.

Dentro de las instalaciones de la Central China Normal University. / Fotos: cortesía Rebeca Castrillo


Rebeca compartió imágenes del metro y los buses de Wuhan totalmente vacíos. Los vuelos que salen y entran de Wuhan han sido cancelados y en las entradas del aeropuerto y las estaciones hay soldados resguardando las entradas, usando mascarillas y guantes.

Los días de aislamiento transcurren entre las tareas escolares encargadas por sus profesores para el periodo vacacional y alguna reunión esporádica entre las tres compatriotas o con amigos de otras nacionalidades para pasar un rato ameno e intentar olvidar la situación en la que están.

“No queda más que estudiar, leer la Biblia, escuchar música y alabanzas, revisar redes sociales. No hay otra opción”, dice Rebeca, quien agradece a sus amigos salvadoreños que le escriben para expresarle su preocupación.

Las fotos que comparten las jóvenes muestran calles solitarias y los pasillos universitarios sin una alma. Solo un viejo vigilante, con una mascarilla puesta, aparece sentado detrás de un escritorio. En la universidad de Wuhan hay pocos latinoamericanos pero sí hay estudiantes de Sudáfrica, Chad, Gambia, Laos, Turquía y Niger, entre otros.

Becarios salvadoreños hace cinco meses. Daniela López y Rebeca Castrillo, en primera fila. / Embajada China


La alarma, los rumores

En la Universidad de Wuhan el ambiente entre los estudiantes es de preocupación. Rebeca relata que el sábado, una persona presentó fiebre y se llamó a los números de emergencia “pero todos estaban saturados por lo tanto no recibimos respuesta”.

“La fiebre de la persona disminuyó e informó que se sentía mejor, pero no dejamos de estar alerta a que pueda ser el virus u alguna otra enfermedad”, explica.

Los rumores también se esparcen por redes sociales. Un rumor común, desmentido por las autoridades, es que el coronavirus se transmitía por los ojos y la red WeChat -–el WhatsApp chino– ha emitido un comunicado advirtiendo que el gobierno sancionará con penas de cárcel a quien propague o invente rumores.

Los supermercados de Wuhan tienen pocos productos.


La familia

Rebeca y Daniela han logrado hablar con sus familiares en El Salvador y, aunque intentan darles tranquilidad, están conscientes de la situación. “Les pido que oren por China para que el coronavirus no siga cruzando fronteras y cobrando vidas. Confiamos en dios y el gobierno chino que harán lo que esté el alcance de sus manos que encontrarán cura a esta enfermedad”, dice Rebeca. “Mi mamá es la que muestra más preocupación ante la situación, su temor es que me contagie y no logre recuperarme”, agrega.

Daniela dice que su madre y su abuela le aconsejan que no salga mucho de su habitación y que haga caso a las indicaciones. Ambas jóvenes esperan que, si la situación empeora, el gobierno salvadoreño pueda hacer algo para evacuarlas.

 

Recomendaciones que reciben los salvadoreños en China

  1. Usar una mascarilla dentro y fuera de las habitaciones.

  2. Lavar constantemente sus manos.

  3. Medir su temperatura corporal cada cuatro horas.

  4. No consumir ningún tipo de carne.

  5. No salir fuera de los dormitorios si no es necesario.

  6. Mantener la higiene personal y de las instalaciones donde viven.

  7. No consumir comida rápida.

  8. En caso de percibir síntomas contactar a los números de emergencia 119 o comunicarse con las autoridades del área de estudiantes extranjeros de la universidad.