Brian Harris es un ciudadano del mundo. Nacido en Chile, de padres estadounidenses, creció en Oakland, California, un periodista trotamundos, convertido en un hombre de negocios, su esposa es de Lesotho -un país africano enclavado en medio de Sudáfrica- y precisamente fue en este último país donde quedó atrapado por la pandemia mientras visitaba a su esposa en Johannesburgo, donde dirige un ONG.
“Sudáfrica cerró sus fronteras lo que me ha dejado varado aquí, y no hay indicios de cuando se volverá a permitir vuelos internacionales”, relata Harris. En ese país de 58 millones de habitantes, el número de contagios es de 9,400 con 186 fallecidos, un número relativamente bajo pero las medidas han sido estrictas.
“Desde el 26 de marzo, el país está bajo cuarentena total nacional. Hasta el 1 de mayo, no se permitía siquiera salir de casa para realizar ejercicios o caminar al perro. La cuarentena ha venido acompañada con un toque de queda y una prohibición de toda venta de licor, libros y comida caliente para servir. Solamente en los últimos días se ha vuelta a permitir que los restaurantes entregan comida a domicilio. Las medidas han sido impuestas con el uso de las fuerzas armadas”, explica Brian, de 51 años.
Harris tenía programado desde un inicio volver a Chile -donde reside- el 24 de marzo, pero le cancelaron el vuelo 12 horas antes de partir, fue el ultimo avión que salió a Sao Paulo y dos días después Sudáfrica entró en su cuarentena.
“Por eso, estoy aquí en Johannesburgo. LATAM ha reprogramado mi regreso en tres ocasiones, primero fue 27 de abril, luego 4 de abril y ahora dicen 3 de junio, pero Sudáfrica mantiene cerradas sus fronteras y hasta que esto se acabe no hay vuelos comerciales”, explica.
Harris asegura que casi nunca salen a la calle “y cuando lo hacemos usamos mascarillas”.
“Con el espíritu emprendedor de las Pyme, en casi todos los semáforos ahora se encuentra gente vendiendo coloridos mascarillas hechas en casa con telas africanas tradicionales. Hasta hace unos días, todas las comidas se preparaban en casa y solo una vez acudimos al servicio de entrega a domicilio para comer pizza porque teníamos mucho tiempo de no comer pizza”, relata.
Brian comenta que generalmente, en Sudáfrica la gente se saluda con una prolongada toma de manos, ya no.
“No es muy factible mantener una distancia de 1,5 metros en una sociedad donde el respeto para el espacio personal es muy ajeno a lo que se acostumbra en América Latina. Aunque se supone que el uso de mascarillas es obligatorio, en el centro de Johannesburgo diría que un 75 por ciento obedecen a la norma, aunque es imposible entrar a un edificio o negocio sin que te pongan alcohol gel en las manos”, comenta.
La esposa de Brian, Matseliso, sigue trabajando en una ONG que dirige, viendo cómo “reajustan sus actividades de apoyo a niños con discapacidades ya que no pueden realizar terapias presenciales”.
“El día antes del encierro, logré comprar unos libros, pero ya los he terminado todos. No hay para que ir a comprar cantidades innecesarias de bienes (harina, papel higiénico, arroz, etc…) ya que los supermercados se mantienen abiertos, pero es importante limitar las veces que uno sale a comprar—planificamos las comidas para solamente tener que salir una vez a la semana. La aceptación de nuevas tecnologías es útil (usar la banca en línea, video llamadas) siempre que se haga en una forma segura. Conozca a sus vecinos, son los humanos que más vas a ver (aun guardando distancia) y van a ser tus principales aliados en caso de momentos de urgencia”, señala.
Harris lamenta que no pudo asistir a un partido de rugby ni a visitar fincas de café como parte de su negocio, y advierte que “esto va para largo” y recomienda “tener en casa suficientes libros, actividades para los niños y proyectos para mantenerse ocupado”.