Llegué a Afganistán el 6 de agosto, decidí ir a darle cobertura a Afganistán porque después de leer tanto de lo que estaba sucediendo, conocer su historia, la guerra más larga en la que se ha involucrado los Estados Unidos y todos los sucesos, me di cuenta que iba a ser un momento muy histórico que lo comparé, concluí y así terminó siendo, el Vietnam de nuestra era.
No es la primera vez que le doy cobertura a conflictos de este tipo, cubrí la invasión de Iraq en 2003, la batalla por recuperar la ciudad de Mosul de las manos de Isis o Daesh.
Ha sido una experiencia muy interesante, triste, al llegar a Afganistán llegué a la ciudad de Kabul, la capital. Me quedé solo un día y medio, porque ahí no se sentía que había un conflicto, Kabul era una ciudad caótica, todo seguía normal, el conflicto no había llegado a la ciudad, todo sucedía en los pueblos del interior. No se sentía que algo iba a pasar pronto, no había temor, no había preocupación.
Había análisis de expertos diciendo que Kabul no caería pronto.
Ciudades como Herat o Kunduz, habían caído en manos del Talibán y parecía que Kandahar sería el próximo punto de enfoque de los talibanes y me interesó porque es el lugar donde nació el Talibán, ese movimiento.
En el tiempo que era el poder, Kandahar era la capital, entonces tenía mucho simbolismo histórico e importancia.
Aquí puede ver más sobre Juan Carlos: www.juancarlosphotos.com
La caída de Kandahar
Decidí irme a Kandahar, aunque no había combates intensivos, sí intercambiaban disparos. La mayoría de combates era en los pueblos, combates constantes del Talibán y las fuerzas armadas afganas.
Unos días después había más movimiento porque el Talibán había avanzado.
La tarde de un miércoles, vi a los soldados de uno de los frentes de batalla de Kandahar volver a la ciudad. Al comienzo pensé que estaban regresando a la ciudad para reabastecerse de comida y municiones, pero no, habían abandonado el frente de batalla, se les habían acabado las municiones y no tenían oportunidad frente al Talibán. Fue preocupante y esa noche, el intercambio de disparos y explosiones se mantuvo más intensamente y continuó toda la noche y madrugada. Era constante.
Así como la mañana se acercaba, siguieron los intercambios pero se empezaron a escuchar más cerca. Eso me hizo sentir que el Talibán ya estaba en el centro de la ciudad. A las 6 de la mañana que salí, me di cuenta que el presentimiento de que estaban cerca, era cierto. Había humo en dos zonas del país y los combates continuaban. Decidí seguir mi instinto de fotoperiodista y le dije a mi “fixer” -el fixer es un colaborador local para periodistas extranjeros- que nos dirigieramos a la zona sur de Kandahar, el distrito 15. Al llegar, la gente huía porque el centro de la batalla estaba ahí.
Al amanecer del jueves, las fuerzas afganas habían logrado hacer retroceder al Talibán.
Me dirigí al hospital y me di cuenta que había más de un centenar de heridos, entre civiles, policías y soldados. El director del hospital me dijo que había un incremento de heridos por combates desde la última semana. Había niños, adultos, mujeres entre los heridos. Los disparos seguían oyéndose cerca y al mediodía, el frente de batalla ya estaba a un kilómetro y medio, en el corazón de Kandahar.
Mientras estaba en la cobertura en el hospital, cayó un mortero. El Talibán ya estaba en el centro de la ciudad.
Esa noche siguieron los combates y el viernes oficialmente habían tomado la ciudad de Kandahar y pude ver un desfile triunfal con sus armas, en motos, a pie, desfilando por las calles. La ciudad estaba tomada". Juan Carlos, fotoperiodista salvadoreño.
Mi vida en peligro
Mi vida ha estado en riesgo varias veces, pero al mismo tiempo soy de la idea que al ir a cubrir este tipo de conflictos, tu vida ya está en riesgo, tenés que aceptar ese factor del riesgo que algo te pase. Es parte de las labores y hay que hacer todo lo posible para evitarlo. En estas situaciones las cosas pueden cambiar en segundos, de una situación tranquila a una situación hostil.
La primera vez que sentí mucho miedo -aunque el miedo siempre lo tengo- fue cuando el Talibán entró a Kandahar, se esperaba que fuera el mismo de hace 20 años y quedé atrapado con otro colega. Temía sobre cómo reaccionarían ante un periodista extranjero en la zona. Sentí el riesgo, el miedo de que mi vida estaría en peligro.
Soy salvadoreño pero yo emigré a Estados Unidos de niño, tenía 11 años cuando mi madre me llevó y crucé la frontera de mojado. Hoy en día tengo ciudadanía estadounidense, entonces cuando viajo, uso el pasaporte estadounidense porque es más práctico, aunque siempre digo que soy salvadoreño. Juan Carlos, fotoperiodista salvadoreño.
Luego resultó muy interesante y más tranquilo de lo que me esperaba. Pero hubo un par de situaciones muy graves.
Amenazados y acosados
Una de las cosas que sucedió fue que la revista alemana Der Spiegel me contrató por varias semanas para cubrir Afganistán y el primer día, el redactor y yo salimos a buscar historias sobre la situación y en el transcurso de la mañana empezó a circular información que en el valle de Panjshir, la única zona que el Talibán aún no ha conquistado, históricamente anti Talibán, de la Alianza del Norte que ayudó a derrocarlos y combatió Al-Qaeda. Tomamos camino, al llegar al arco de entrada de ese valle, ahí estaban los talibanes, nos cuestionaron sobre lo que estábamos haciendo y mostramos una carta de los talibanes que nos permitía hacer nuestro trabajo sin obstáculos. Mientras uno de ellos trataba de darnos acceso al valle, vino un vehículo que venía del valle, salieron los talibanes de edad y nos empezaron a agredir verbalmente. Uno de ellos empezó a forcejear conmigo y quererme quitar la cámara, me decía que borrara la foto. También agredían a los redactores que estaban conmigo y al conductor. Un joven Talibán me apuntaba con un fusil todo el tiempo y me exigía que no tomara fotos. Regresaron otra vez a forcejear conmigo, quisieron sacarme del vehículo, siempre el joven me apuntaba con su arma. Después de un buen tiempo ahí, nos dijeron que nos fueramos, nos retiramos pero nos siguieron e insistían que dejaramos de grabar.
Cuando regresamos al pueblo anterior a la entrada donde nos habían acosado, nos pidieron que nos estacionaramos, porque había más periodistas. Y mientras esperábamos, volvió el mismo vehículo y nos rodearon, el joven me apuntaba con el arma y nos seguían exigiendo que borraramos. El gritaba en pashtún y yo respondía en inglés. Yo le mostraba que había borrado las fotos, pero yo, por instinto periodístico, escondí la tarjeta SD de la cámara en el cenicero del vehículo. Nos revisaron el carro por todos lados y nosotros insistíamos que ya habíamos borrado las imágenes, nos revisaron los celulares y todo nuestro equipo.
Llegó alguien de prensa del Talibán y revisó mi tarjeta. Otro Talibán que hablaba inglés ayudó a registrar y nos dijo que si encontraban fotos de las que nos habían pedido borrar, nos iban a matar.
Yo, socando como decimos, que no encontraran la tarjeta, le mostré las de respaldo, pero nunca llegaron al cenicero. Después de un momento tenso y más amenazas de muerte, finalmente nos dejaron ir. Logré salvar las fotos que son de las pocas que hay de presencia militar Talibán en el valle de Panjshir.
En el aeropuerto de Kabul
La otra situación fue el primer día que salí a fotografiar en Kabul, después de la caída. Estaba en el aeropuerto, que se había vuelto el epicentro de la gente que huía. Un Talibán me dijo que dejara de tomar fotos, me retiré, volví a tomar fotos y me volvió a llamar la atención y entonces me retiré al vehículo. Dimos un par de vueltas y a la tercera vuelta, hice el gesto de levantar la cámara, unos talibanes me vieron, hicieron estacionar el vehículo, me golpearon, golpearon al taxista, volví a forcejear por la cámara y llegó otro Talibán al que le mostré una carta que me daba permiso de ellos de ejercer mi trabajo. Ese segundo grupo de Talibanes sí entendieron y le dijeron a nuestros agresores que todo estaba bien. El conductor aceleró y uno de los agresores y con su fusil, amenazó con dispararlos. El primer grupo nos llevó donde estaba el jefe de esa área, porque querían llevarnos. Les mostré la carta de autorización otra vez, hasta que llegó otro de alto rango que nos dejó ir. Querían llevarnos.
Durante mi cobertura fui golpeado por el Talibán, también me golpearon los soldados afganos que estaban dando custodia en el aeropuerto y apoyando a las fuerzas estadounidenses.
Una de las agresiones más graves que sufrí es que llegó un soldado afgano, me jaló y me hizo hincarme en el suelo y me golpeó con un tipo de bate. Luego llegó otro soldado, le enseñé mi pase de prensa, se disculparon y me dijeron que el que me había llevado casi arrastrado, lo habían hecho porque pensaron que yo era un Talibán.
La cobertura del aeropuerto
Las primeras dos semanas, el aeropuerto era un caos, era el centro de todo. Todos querían huir.
Yo le di una cobertura intensa, fui durante dos semanas todos los días, a los dos sectores, incluyendo donde fueron los atentados donde mataron a docenas de personas e hirieron a más.
En el portón del norte tomé una de las imágenes que más ha impactado y se publicó mucho, de un padre que cae con su niño sobre el alambre razor que habían puesto para colocar las masas, y se vuelve un caos.
Las escenas del aeropuerto, viendo a las familias queriendo salir, la gente asfixiándose porque hace un gran calor, los niños se desmayaban, tenías básicamente luchar entre centenares de personas. Ver esas escenas que cómo los soldados afganos los golpeaban, los niños se asustaban.
Los talibanes hacían lo mismo por el otro lado, donde sucedieron los atentados, era triste ver cómo golpeaban a las personas para evitar ser evacuadas. Entonces para mí esas escenas del aeropuerto, ver a las familias y niñas por tratar de llegar, fueron las escenas más impactantes.
Era bien pesado vivir eso todos los días.