Una imagen de la desolación en la ciudad holandese de Maastricht, al sur de ese país europeo, donde está este joven salvadoreño. / Ludwin Morán


Con solo 18 años, Ludwin Morán ha vivido lo que el llama “una Montaña Rusa de emociones”, pues el fin de su año escolar en una escuela internacional en Maastricht, Holanda, que esperaba concluyera con su graduación, ha sido una etapa de encierro debido a la pandemia del coronavirus.

Sus padres están en El Salvador y este año esperaba graduarse de bachiller y volver al país para luego seguir sus estudios en el exterior.

“Directamente en mi vida la ha afectado todo esto, estos últimos dos meses han sido como una montaña rusa de emociones mediante lo que está pasando acá, lo que está pasando en El Salvador, estar pendientes de ambos mundos al mismo tiempo”, dice Ludwin.

Muchos de los amigos y compañeros de clase con los que ha convivido los últimos dos años y que son de diversas partes del mundo, se tuvieron que ir repentinamente.

“Desde que empezó el coronavirus hace dos meses suspendieron clases, después nos dijeron que nuestro sistema educativo nos iba a cancelar nuestros exámenes finales y que nos iban a sacar nuestro diploma por medio de promedios”, relata Ludwin.

La soñada graduación no solo se suspendió sino que tuvo que quedarse viviendo en el campus internacional en el colegio, donde antes de la emergencia había 130 estudiantes que convivían y ahora solo quedan unos 40.

“Bastante gente ha regresado a sus hogares y otros que han sido desplazados a otros países cercanos donde familiares viven que tienen miedo a que contraigan el coronavirus”, dice Ludwin.

 

Ludwin Morán


Otros cinco salvadoreños

En el campus también hay otros cinco estudiantes de nacionalidad salvadoreña.

“Todos seguimos acá esperando el momento en que nuestras fronteras abran y podamos regresar a El Salvador”, manifiesta el joven.

Ludwin reconoce que el estrés le ha afectado durante este tiempo.

“No se ha podido mantener una salud constante ya sea ambientalmente o físicamente por el cansancio, por el estrés de toda esta situación”, afirma.

Su vida se limita a salir al supermercado, es el único momento en que abandona su confinamiento.

“Aquí en el sur de Holanda, en la ciudad que estoy actualmente que es Maastricht mucha gente en los suburbios nos está dando mascarillas, o antes nuestro colegio nos estaba proveyendo con guantes y mascarillas, que es bueno por si necesitamos salir a los supermercados y si necesitamos hacer el supermercado o solamente salir de este confinamiento”, explica.