Pero con el transcurrir del tiempo, llegamos o al menos tratamos de comprender la significancia con mirada introspectiva sobre los hechos o eventos que se proyectan en nuestra psique; es así como podemos encontrar la conexión con todo lo que nos rodea, siempre y cuando basemos la trascendencia humana en aprendizaje continuo. Lo que nos dice también que debe existir un espacio para la sanación espiritual misma.
Es en uno de estos letargos de ensueño y en el marco de poder contemplar con una disposición y recepción positiva, surge la reflexión sobre las disculpas adeudadas.Cierto debe ser, que se nos adeudan a cada uno de nosotros disculpas por agravios cometidos, injusticias y alevosías, nada fácil de pasar y olvidar. Que ahora son retos intangibles a superar día con día, propios de la labor humana individual en un mundo cada vez menos humano.
Pero también como lo es la dualidad, esta permanece en todos los planos.
Es por lo tanto, probablemente que nos encontremos en el pendiente de ofrecer disculpas en cada uno de los contextos donde nos relacionamos.
Ante lo anterior, el razonamiento y expresión son cualidades inherentes a las personas civilizadas, con lo cuál nos faculta para poder comprender, no rebajando importancia, los daños sufridos y poder reconocer lo que no estuvo bien; con esto evitando enfocarnos sobre lo que no controlamos y encauzando la energía vital a lo que señala el camino a fortalecer el amor propio.
Cuando ofrecemos disculpas, en muchas ocasiones nos sentimos vulnerables, débiles, pero hemos crecido emocionalmente al reconocer nuestro error y la intención genuina de reparar el daño infrigido.
Si somos capaces de encontrar sensibilidad en nuestros espíritus y lo que nos rodea, el tener una conciencia de crecimiento emocional y espiritual siempre nos colocara donde exista el porqué y para qué reparamos en las cosas simples.
