En medio de estériles confrontaciones entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, una conducta irresponsable de nuestra parte nos puede enfrentar en pocas semanas a la urgencia de plantearnos nuevamente una emergencia nacional. En tanto no se cuente con una vacuna, el COVID está y estará entre nosotros por mucho tiempo y, pese a 4 meses de encierro, no se generaron las condiciones indispensables en el sistema público de salud para hacer frente al inevitable aumento de personas contagiadas que requerirían hospitalización para salvar sus vidas.


Esta claro que no podíamos estar bajo estricto encierro durante más tiempo. Las decisiones más atinadas no son las que parten por optar o por la protección a la salud de la población o reanudar la actividad económica del país. Las decisiones más atinadas son aquellas que sabrán combinar ambas prioridades en función de minimizar el daño que para muchas familias implica no poder asistir a sus trabajos o actividades productivas.


El término de la cuarentena domiciliar obligatoria no ha sido producto del razonamiento y sentido común ni tampoco del necesario dialogo y acuerdo entre los diferentes poderes del Estado. La confrontación, incertidumbre e inseguridad jurídica ha sido la norma en los últimos meses.


Presionado por las consecuencias del abuso de poder e ilegalidad de sus acciones, el Ejecutivo ha tenido que asumir que no puede seguir paralizando por decreto la actividad económica del país. Sin embargo, la Presidencia se reserva nuevamente facultades inconstitucionales en el Decreto Ejecutivo No.31 y en su discurso prepara condiciones para acusar a la Asamblea Legislativa, a la Corte Suprema de Justicia y a cualquier otra organización, institución o persona de un previsible aumento de las estadísticas sobre contagios reportados debido a la falta de restricciones más estrictas. No reconoce el gobierno que ha sido parte de esta crisis por su inmadurez, improvisación y la persistencia de aplicar un enfoque meramente punitivo a las acciones contra la pandemia.


No. No estamos cerca de regresar a nuestra cotidianidad tal cual la vivimos antes de covid19. De no tomar cada quien con responsabilidad medidas de bioseguridad, principalmente el distanciamiento social, uso de mascarilla, higiene constante y adecuadas condiciones en centros de trabajo y espacios públicos, un fuerte aumento del número de casos es inminente. La propagación de contagios por este virus no depende de la credibilidad de estadísticas oficiales, de decretos, ni tampoco de la espera de un mesías salvador. Depende de nuestra capacidad de adaptarnos y convivir con esta realidad. Ante la falta de liderazgos políticos que de manera consensuada pudieran conducirnos acertadamente, la prudencia y la solidaridad son palabras claves. Esta en nuestras manos. Mientras menos tiempo demoremos en entenderlo y asumirlo, más cerca estaremos de sobrevivir ante este nuevo reto.