El primer día de este mes se fue el cuate y socio, el hermano, el aparcero y camarada, el compañero, el pata, mijito y paisano… Alejandro Jáuregui, el “Gurí” querido, partió tras tanto tiempo de haber fundado el quinteto que con su canto nos enseñó a no soñar con la otra vida mientras en esta comiéramos poco; ese canto que aún espera el triunfo agrario para rescatar la tierra, sabiendo que de su sueño en semilla sí sube la vida. Ese canto que junto a Eduardo, Rodolfo, Santiago, Ariel y ‒desde la sombra‒ Carlos, fue derramado en tierra salvadoreña adonde sigue y seguirá sonando por siempre. Se fue el dueño de esa voz grave y pausada que también fue escuchada, apreciada y aplaudida por el vecindario y la hermandad de América Latina: indoblanquinegros, blanquinegrindios y negrindoblancos; rubias bembonas, indios barbudos y negros lacios. Se fue quien escuchó en los países de esta nuestra región las tantas quejas ‒¡ahhh!‒ por tanta política y gente paleolítica; por el maligno militarismo, la retrógrada clerecía, la antropofagia electorera y la burguesía predadora…

Por vos nos enteramos, “Gurí”, que los domingos el tío Pedro “escobillaba” mejor el acordeón porque “se chupaba”; por vos conocimos a esa chica loca, tan loca de atar que lo que soñaba en la noche mañana quería ‒a fuerza‒ que fuera verdad; por vos supimos del cantar que era de canto y ruego, como la canción de un ciego que canta por no llorar; por vos supe que me quedaría buscando, sin encontrar, unos ojitos que sí se quisieran compadecer.

Confirmamos con vos, cuando cantaste a Víctor, que el tirano nunca borró su canto ni vaciando su sangre; mucho menos con otra perversidad. Era imposible que eso ocurriera después haber silbado el aire los tonos de su canción, cuyas notas las llevaron los pájaros a casa del trovador. Para borrar el canto tuvo el déspota que callar el viento, ese que grita lucha y amor, pero no lo logró; debió callar el río y secar el mar, pero tampoco pudo.

Con vos, “Gurí”, seguimos recordando a Amanda y Manuel en su eterna vida de cinco minutos iluminando todo, con la sirena sonando en su vuelta al trabajo; a Run run y su viaje al norte, hacia donde nunca te fuiste pues te quedaste revisando la alforja de donde sacaste papel y tinta con un recuerdo, quizás; a Estefanía hundiéndose plena en el paisaje aquel, pensando en tiempos buenos que pasaron, andando y cuidando el sueño del parral junto al hijo nuevo que cada vendimia le dejó bendecido entre los sarmientos, sin importar el salitre cruel que algunos sueños le quemó; al Cambá viniendo del rancho del motacú, allá donde canta el sayú, con el urujú pa’ vender en Santa Cruz y con el patrón… ¡mandándolo a mudar!; al amanecer que como un niño, cariño, aparece y crece mientras la tierra lo mece.

“Gurí”, eterno hincha de Estudiantes de La Plata, ¿habrás presenciado el partido de ida contra el Manchester United el 25 de septiembre de 1968, cuando triunfó el equipo de tus amores uno por cero en “La Bombonera”? Seguro celebraste con todo la Copa Intercontinental que ganó 21 días después en el partido de vuelta, al empatar uno a uno en el Old Traffor. Te imagino junto a Jorge Cumbo ‒cómplice necesario para que existiera el Quinteto Tiempo‒ en las gradas del Estadio “Jorge Luis Hirschi”, aplaudiendo a las estrellas del once inicial que logró esa hazaña: Poletti, Malbernat, Aguirre Suárez, Medina, Bilardo, Pachamé, Madero, Ribaudo, Conigliaro, Togneri y Verón, todos de la mano del gran Zubeldía.

Y a propósito de imaginación, vos y tus queridos hermanos de sueños, cantos y encantos nos hicieron imaginar ‒desde 1975‒ lo que podía suceder en un país como el nuestro donde, ¡qué tristeza!, la pobreza y el rencor se paseaban campantes. Ustedes nos aseguraron que desde el fondo del tiempo podía llegar otro tiempo, con un sol brillando sobre nuestro pueblo que labraba su verde solar. Un pueblo que no pidió la guerra pero que la sufrió y que no tuvo un solo traidor sino un buen poco, aprovechadores infames del sacrificio de cientos de miles de valientes; un pueblo que en su inmenso dolor, hoy aún no puede beber en la fuente clara del honor.

Pero también, nos anunciaron ustedes, que este pueblo sí puede leer en su mano de obrero el destino y que no hay adivino ni rey ‒ni antes ni ahora ni nunca‒ que le pueda marcar el camino aún por recorrer. Eso sí, ustedes pudieron ver que en este país somos duros y que el futuro lo dirá.

Ciertamente, hubo un tiempo de ilusión y esperanza por lograr ese futuro; pero en mi país ‒¡qué tristeza!‒ el cielo se volvió a nublar y de nuevo se oyó gritar, para que con la pata de conejo volviera el miedo a desfilar. Y hoy tornó a ser suburbio todo el llanto, harapos de la ciudad; hoy, como antes y como siempre, hay de nuevo casitas apretadas traficando oscuridad. Pero en medio del silencio una voz habrá de alumbrar, balbuceando la murguita con los coros del lugar; una lámpara encendida desterrará la oscuridad para que en el coro nuestro, tuyo y de tu Quinteto Tiempo alguien grite de nuevo: ¡No va más!

Te fuiste alejando Alejandro, entrañable “Gurí”, antes de tiempo. Te fuiste pidiéndonos a tu quinteto y a nosotros, no asustarnos de la noche pues en la noche vivís vos; también invitándonos a no olvidar algo que se adivina en la vida: que la vida misma es un milagro de amor. Ese fue tu milagro: darle vida amorosa, armoniosa y valiente al canto que nos arrulló, emocionó y animó para animar a nuestras compañeras y nuestros compañeros a salir a la calle, a no entregarnos, a dejar atrás “falsos profetas” e “ídolos con pies de barro”, para que hagamos que esto… ¡ande!

Para vos este sencillo y sentido homenaje. Se te ofrece desde la riqueza de los poemas de Santa Cruz, Perdiguero, Tejada Gómez, Rodríguez, Groisman, Castilla, Galíndez, Jara, Parra, Andrade, Rojas, Zitarroza, Bocannera, Roos, Lacarra… Poemas que en el tiempo, con tu quinteto, conocimos hechos canción. ¡Hasta siempre, “Gurí” de nuestro corazón!

PD: La interpretación de “El río está llamando”, Quinteto Tiempo

https://www.youtube.com/watch?v=L7nZeiZf0g0