Más de 250 kilómetros de calles de asfalto y concreto separan a El Salvador del océano Atlántico. Los exportadores salvadoreños han tomado esta ruta por décadas para llegar a Estados Unidos, a pesar de la distancia, y ahora se preguntan, ¿qué cambiará con un puerto propio en Guatemala?

El presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei, anunció junto al presidente de la República, Nayib Bukele, una oferta “sin precedentes” en la historia de la integración centroamericana: “Explorar cuanto antes la posibilidad de que El Salvador tenga un puerto en el Atlántico”.

Las perspectivas del Gobierno son grandes. Bukele respaldó la propuesta y reiteró la necesidad de abrirse al Caribe para el embarque de mercancías que, después de su tránsito en Guatemala, se conecta a la costa este de Estados Unidos, el principal socio comercial de El Salvador.

Autoridades del Ministerio de Economía en Guatemala dijeron al periódico La Prensa y Forbes Centroamérica que prevén otorgar un terreno conocido como “El Arenal”, a un costado de la Empresa Portuaria Nacional Santo Tomás de Castilla (Empornac), actual encargada de manejar el puerto, ubicado en Puerto Barrios, Izabal.

“No tenemos mayores detalles al respecto, pero es una buena idea. Lo único que se sabe es la declaración pública del Presidente y quedan algunas dudas sobre cómo funcionará”, aseguró Silvia Cuéllar, directora ejecutiva de la Corporación de Exportadores de El Salvador (Coexport) a Diario El Mundo.

Hay grandes expectativas pero algunas reservas, añade. Los empresarios de Guatemala ya informaron a los salvadoreños que, por ejemplo, la zona conocida como El Arenal funciona como un patio de contenedores, cerca del muelle comercial.

Además, temen que, si las tarifas son más bajas en el puerto guatemalteco, seguirán usando este medio.

Los productos salvadoreños pasan la aduana terrestre de Anguiatú, en Santa Ana, para recorrer 254 kilómetros de las carreteras CA-12, CA-10 y CA-9, hasta el Puerto Santo Tomás de Castilla. La mayor dificultad es salir al mar: “Ya está congestionado con la carga de ambos países”, advierte.

Según Coexport, El Salvador acapara un 30 % de la capacidad de carga y descarga del puerto, pero aún tienen reservas sobre si construir otro puerto es la solución.

Las navieras que operan en Santo Tomás de Castilla mueven más de 600,000 toneladas mensuales y, hasta ahora, han logrado mantener una tarifa “estable”. La entrada de un nuevo “competidor”, como un puerto salvadoreño podría, según Cuéllar, aumentar el precio de operaciones si se modifica la demanda.

 

¿El potencial es real?

Las exportaciones salvadoreñas crecieron solo un 0.7 % en 2019, la tasa más baja de los últimos cinco años. De los $5,943.3 millones enviados al exterior, unos $2,488.8 llegaron a Estados Unidos, que recibe la mercancía salvadoreña, en su mayoría desde el Puerto Santo Tomás, según Coexport.

Estas cifras, sin embargo, no justifican nueva infraestructura. “Si se quiere apostar a este puerto, deberán también crecer las exportaciones”, indicó Cuéllar.

Según la representante de Coexport, el secretario de Comercio e Industria, Miguel Kattán, ha propuesto en el Plan de Despliegue Económico –aún en formación con el sector privado– elevar las exportaciones salvadoreñas a $25,000 millones “en los próximos años”.

De cumplirse esta proyección de largo plazo, el puerto guatemalteco quedará corto, advierte. Si por el contrario no se alcanzan las metas, se corre el riesgo de repetir la historia del puerto de La Unión, que se construyó hace 11 años y aún no logra una concesión.