Óscar Santamaría, el principal negociador del Gobierno de Alfredo Cristiani. / Edison Gonzáles


Veinticinco años después, Óscar Santamaría recuerda momentos claves de la historia: el llamado que hizo el entonces gobernante de derecha Alfredo Cristiani a dialogar con la guerrilla hasta el acuerdo del fin del conflicto, que se dio en Nueva York, en realidad en la madrugada del 1 de enero de 1992. Santamaría reconoce que El Salvador tiene problemas de inseguridad, pero recuerda que lo vivido en los años ochentas no era nada parecido a lo de hoy.

El 1o de junio de 1989, Cristiani había expresado: “Nadie en su sano juicio puede querer que esta guerra fraticida e injusta se prolongue”, prometiendo “la búsqueda de la paz”. Cuando Cristiani le pidió integrar la comisión de diálogo, Santamaría se desempeñaba como ministro de Justicia de su gabinete. Al final, no podía creerlo: “Creí que estaba en otra galaxia, quizás había que pellizcarse”, dice.

 

Después de 25 años de firmados los acuerdos, los jóvenes reclaman que no viven en paz, porque no pueden salir tranquilos en las calles. ¿No se vive en paz?

No podamos apuntar con lo que llamo los problemas del día a lo que es ese paso enorme que dimos de poder construir un proceso de paz en El Salvador sobre la base de finalizar una guerra. En aquella época era una guerra real, estaban los dos bloques principales de la hegemonía mundial, eso no es ni cosa parecida, lo de ahora, que me digan a mí, que no puedo andar en la calle. Claro, si hay problemas de seguridad ciudadana, existe en Guatemala, Venezuela, hoy Venezuela es el más violento del mundo. Aquí, afortunadamente podemos ejercer todos los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Hay restricciones por el mismo ambiente que se vive, hostil a la seguridad personal, aún yendo en carro, pero esos son los problemas que hay que darles respuesta dentro de las políticas que el actual gobierno está llevando. Las políticas de Estado no se agotan con un gobierno. No es una construcción de dos que estaban en una mesa, eso significa la participación de todos los ciudadanos, así se dijo en aquella época: Hoy, la paz es responsabilidad de todos. ¿Qué tenemos que cambiar? Las actitudes, las mentalidades, ¿y eso cómo se hace? Con cultura de paz, es un eje transversal que atraviesa la sociedad. Venimos de una transición, pero sí hay que hacer todo un proceso de acciones. Esto es un proceso que se va a iniciar, como dijo alguien, las energías hay que ahora utilizarlas para esto, no para poder descalificarnos, criticarnos, respetemos al contrario, también. Si no lo respetamos, ¿qué puedo hacer yo para que pueda haber credibilidad y confianza al que está al otro lado de la mesa? Nada.

 

Cuénteles a las generaciones de hoy ¿cómo vivió usted los momentos de guerra y la negociación?

Como todos los ciudadanos del país, con una preocupación tremenda de que lo que estaba ocurriendo era una cosa que nunca había ocurrido en El Salvador, una confrontación armada de todos los sectores de la sociedad y poder esos sectores llegar a esos extremos, atentar contra la vida, pues, eso, a cualquiera nos preocupaba. A mí, que venía de formar mi hogar, con hijos pequeños, con familia, que no estaban en San Salvador sino en el interior del país, preocupado por lo que podía ocurrirles. Y eso significó que uno tuviera otro tipo de conducta, ya no pudimos tener la vida normal no se pudo nunca realizar, cualquiera de nosotros podía morar, vi morir amigos, vi morir familiares, no es cosa normal, ¿por qué?, porque estábamos sometidos a una acción salvaje. Cuando las cosas llegan a ese extremo son salvajes. Eso era lo que vivíamos. Tuvimos que cambiar nuestras vidas, encerrados, todos casi vivíamos encerrados. Las reuniones se hacían de toque a toque, se iba a una casi y ya no salía porque a las 6:00 de la tarde ya no salía porque ya no podías transitar.

 

¿Cómo lo invitan a formar parte de la comisión de diálogo?

Cuando llego al Gobierno, que me llama el presidente Cristiani, sé que vamos a trabajar por el bien del país, me nombra ministro de Justicia y estando en el Ministerio de Justicia me dijo que si podía integrar la comisión de diálogo para llevar adelante el proceso de los acuerdos de paz. La vida de uno cambia. Para mí es la obra más compleja en la que yo estuve, en lo que va de mi vida. Y también es el reto más grande, el desafío más grande que tuve, porque sobre la responsabilidad nuestra estaba el poder definir o decir si este país pasaba a otra etapa de su vida institucional de su quehacer como sociedad o relegado a una guerra de destrucción total. La construcción de acuerdos políticos fue de las obras más difíciles a las que me enfrentado. Era tan complejo que uno tenía dedicarle día y noche, me olvidé de toda mi familia. Yo dejé a mis pequeños y (después) los vi grandes, dije: ‘¿Y qué pasó?, yo ni cuenta me he dado. Los veía en mis quehaceres de una vida en hogar pero nunca puse atención dentro de condiciones normales a un hijo, tuve que ignorarlos y dejar a la mamá pudiera hacer ese rol que hace un padre, pero estábamos absorbidos en un 100 % absorbidos. Cuando llegamos al final en diciembre de 1991 yo sentí que habíamos llegado a la coronación exitosa de toda esa fuerza enorme, me sentí que era otra persona, pero no creía que eso fuera cierto.

 

¿A quién le comunicó primero que se había acordado la paz?

Los primeros que celebramos fuimos nosotros mismos, después llamé a mi casa, pero era como encontrarse en una galaxia diferente, así me sentía, yo creí que estaba en otra galaxia. Quizás había que pellizcarse para saber que era cierto aquello.

 

¿Cómo se decidió hacer la invitación a la negociación, en junio de 1989?

El presidente, él fue el que dio el campanazo, el día que tomó posesión, que dio su discurso inaugural. El contenido fue la invitación a los alzados en armas para hacer la paz a través de una solución político negociada y eso de veras fue lo que impactó porque nadie creía viniendo de un partido de derecha, como era el partido ARENA, pudiese haber hecho una oferta de esa magnitud, al inicio de una administración, el primer día, eso impactó a todo el país y a la comunidad internacional.

 

¿Cómo se decidió continuar después de la ofensiva?

Ya nosotros sabíamos que el proceso de paz no era una cosa sencilla, estábamos hablando de un proceso trascendental que podía traer los efectos habidos y por haber, a favor, no a favor, buenos, malos, sabíamos a lo que nos íbamos a enfrentar. No estábamos errados. Lo que hay que tratar de demostrar es la voluntad política del mandatario, del presidente, eso salvó el proceso, el presidente dijo: Yo no voy a dar un paso atrás después de lo que ha ocurrido, sé que lo que ha ocurrido es grave, la guerrilla había roto la mesa de diálogo y lo hizo con la ofensiva más grande, por eso, nosotros siempre dijimos que el costo que pagó la guerrilla fue enorme.