¿Vale la pena recordar la firma del Acuerdo de Paz?
Como no va a haber celebración en la tradición que se tenía con un acto de gobierno, los firmantes ya ni se reúnen, han jugado distintos roles en la sociedad, en la política, el acto símbolo del Acuerdo de Paz era la conciliación, lo que ocurre es que una celebración donde los actores que llegan no representan el símbolo de la conciliación prácticamente ya no tiene un sentido histórico porque los firmantes no cumplieron con uno de los espíritus de los acuerdos de paz, que era la conciliación. Para mí, la celebración ya no tiene sentido porque no refleja conciliación. Pero sí la memoria histórica sí es súper importante para que la generación X y millenials entiendan el sentido y el espíritu que tenía el Acuerdo de Paz y que la celebración era como celebrar todas las reformas de Estado para darle independencia a los tres poderes del Estado.
¿Qué se necesita para una conciliación en el país?
La conciliación en este país solo la podemos lograr si el gobierno toma un acuerdo con la empresa privada sobre un objetivo de nación, el Acuerdo de Paz no logró un objetivo de desarrollo y crecimiento económico. En este momento histórico donde los actores empresariales juegan un factor importante para que se concilie este país, le llegó el turno a los empresarios y la forma de conciliar es que haya un acuerdo entre gobierno y la empresa privada, con una inversión masiva y máxima, fondos privados y salvadoreños.
¿Vale la pena la democracia?
La defensa de la democracia es clave, lo que está ocurriendo es que la alternancia y los líderes de los partidos se comenzaron a distanciar de los ciudadanos, de su bienestar, todo se comenzó a desviar y se aprovecharon del gobierno, saquearon el gobierno, saquearon las arcas y por eso el soberano dijo ‘a estos políticos no los quiero’, eso solo es posible con una democracia alternante. Lo que se creó fue un gran vacío político, al distanciarse los líderes políticos que administran la democracia alternante, privatizaron los partidos, se hicieron dueños de los partidos, cuando los partidos son instituciones públicas, entonces, claro, el soberano no es ignorante, podrá equivocarse al elegir. Lo que ocurre es que la democracia alternante no resuelve el problema económico por sí sola. Los que dan el empleo es la empresa privada.
¿Qué riesgos tiene la democracia?
El riesgo se puede disminuir si el empresariado toma una conciencia social se va más allá de la responsabilidad social, si el empresariado considera que en este momento histórico de los riesgos de la democracia una de las vías para aminorar el riesgo es ponerse de acuerdo con el gobierno, invertir más. Japón llamó a sus multinacionales, Estados Unidos hizo igual, México hizo igual.
Algunas encuestas muestran que una proporción de la población no valora la democracia y no vería mal un régimen incluso autoritario. ¿Cuál es su análisis sobre esto?
Este es el momento histórico para los empresarios, que los líderes políticos están casi a cero. El sistema de partidos está en crisis pero porque los líderes políticos no asumieron, ahora le toca también a los nuevos líderes jóvenes que están en la palestra pero tiene que haber un diálogo generacional para esta transición crítica. Los riesgos son el centralismo en un líder, que se centralice todo en un presidente. Este es el momento de la gran empresa, porque aquí siempre la gran empresa, la oligarquía, los explotadores, los insensibles, este es el momento en que la gran empresa tiene que jugar un rol, hay que irse más allá de la responsabilidad social empresarial. Los jefes militares no están por la dictadura, ni tampoco están los empresarios por la dictadura. Entonces, le corresponde una responsabilidad histórica a los líderes empresariales.
¿Qué opina de que por primera vez el presidente es un actor de un partido no vinculado a la guerra?
Es saludable que el presidente, de una generación joven, entre millenial y generación X, lo veo positivo, porque el diálogo intergeneracional tiene que ser con la generación X y la millenial, también el presidente tiene que abrirse a un diálogo intergeneracional. Si el presidente logra un acuerdo de nación que dé rumbo real al crecimiento y a distribuir más al bienestar mínimo.