Desde las filas de una pastoral de jóvenes cristianos seguidores de la Teoría de la Liberación, en donde enseñaba a leer y escribir a campesinos de las comunidades eclesiales de base, Nidia, una de las firmantes de la paz en El Salvador, decidió que debían generarse cambios en el país; pero fue hasta que ingresó a la Universidad de El Salvador en 1970 que comenzó su activismo político.
Su primera opción era medicina. Quería ser psiquiatra. Pero terminó por escoger psicología. Fue parte de la Asociación Católica Universitaria. “Me empecé a vincular en el año 71 por (José Napoleón) Duarte, aunque yo no veía la solución en las elecciones, nos iban a robar el triunfo”, dice al recordar las anomalías electorales que enfrentó el país durante esa época.
Ese año ingresó al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). La lucha ideológica dentro del ERP la llevó a formar parte de la Resistencia Nacional desde su fundación, así como al Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).
Preparaban el terreno para la primera ofensiva y adoptó el seudónimo de Nidia Díaz, que hasta hoy día la acompaña. “Nunca pensé que en verdad habría guerra civil”, admite. En octubre de 1980, quedó embarazada. Meses después de nacido su hijo regresó a la guerra. “La primera vez que tomé un arma no la podía ni agarrar”, recuerda. En 1984, cuando ya había dejado el frente de la guerrilla urbana para unirse a las tropas rurales, la enviaron a Chalatenango para asistir a la primera negociación de La Palma, donde formó parte de la delegación principal del FMLN-FDR, perdiendo la clandestinidad al mostrar su rostro a los medios de comunicación.
Su familia, de fuerte tradición católica, quedó consternada al descubrir que no estaba realizando su posgrado en México como escribía en sus cartas ocasionales. Con un primo hermano en el ejército, recuerda cómo su madre y su tía “rezaban el rosario todos los días para que no se encontraran en batalla”. Seis meses después, el 18 de abril de 1985, fue herida y capturada en combate. Estuvo encarcelada 190 días y fue torturada. Su libertad y la de otros presos políticos por la de la hija del expresidente Duarte, Inés Duarte.
Díaz reconoce que aún hay un largo camino por recorrer. Cree que una de las deudas es el Foro Desarrollo Económico y Social, nombra a la inseguridad y la pobreza como los principales problemas que enfrentan los salvadoreños. Afirma que ahora existe la libertad de proponer, de dialogar y ser crítico.