Portando banderas de Estados Unidos varios salvadoreños provenientes del exterior llegaron el sábado hasta la Plaza Gerardo Barrios en San Salvador, y se sumaron a las decenas de ciudadanos congregados como testigos de la ceremonia de traspaso presidencial del nuevo mandatario Nayib Bukele.

Las opiniones de los que esta vez viajaron a El Salvador coinciden de alguna manera con los que no pudieron hacerlo y que esperan que el gobierno de Bukele los considere en sus programas, abogue por ellos y que “levante al país” para no verse obligados a migrar y sentirse seguros para volver.

Lucero Loza dice que lleva 30 años viviendo en Washington, que en El Salvador “necesitamos un cambio real” y que es duro mirar el drama de los compatriotas que se ven obligados a partir y “verlos en las calles (de EE.UU.) buscando una oportunidad, duele”.

Loza ondeó la bandera de Estados Unidos y se declara simpatizante del nuevo mandatario, pero también se considera una salvadoreña ilusionada de que en su tierra natal habrá “un futuro para que puedan seguir adelante acá porque es duro para ellos también allá (EEUU). Es dura la vida allá, sobre todo el (migrante) que no tiene cómo pasarla. Uno trabaja allá pero el dinero allá se queda. Nosotros queremos ver el futuro acá”, reitera.

“Mi ilusión es muy grande y que con él (Nayib Bukele) la vamos a tener. Se va a tardar porque no es fácil, le han dejado el país bien duro, bien mal”, reflexiona Loza.

 

Una dosis de esperanza que también toca a Natalia Mendoza, residente en California, que espera que Bukele sea “un presidente que valga la pena y que saque al país adelante”.

“Yo quiero que la gente tenga mejores oportunidades, y que los niños tengan un futuro mejor. Que todos puedan salir adelante y que levanten el país, porque los que han estado antes lo han dejado arruinado completamente. Le pedimos salud y educación para la gente”, demanda Mendoza al nuevo mandatario.

En EE.UU. los salvadoreños no son solo un grupo numeroso, su contribución es importante a la economía estadounidense y también para la de El Salvador, que recibió durante los primeros cuatro meses de 2019 $1.686 millones de dólares en remesas.


De ahí que quienes amparados por un estatus legal o que se mantienen “sin papeles” a la espera de un asilo, piden que el nuevo gobierno de El Salvador preste atención a sus necesidades y abogue con la administración del presidente Donald Trump un beneficio migratorio que les permita trabajar en EE.UU. sin temor a ser deportados.



Esperanza y demandas

“Aquí se tiene una nueva expectativa, una esperanza de que hagan una negociación con el gobierno de EE.UU., que nos puedan dar permisos de trabajo o nos den una residencia”, expresa Rubén, un salvadoreño que tiene un proceso de pedido de asilo y que llegó hace un año al estado de Virginia junto con su hija de siete años, huyendo de amenazas en El Salvador.

Dice que por ahora su petición está en una larga espera debido a la creciente ola migratoria que mantiene en aprietos a las cortes y autoridades estadounidense.

Una salvadoreña residente en Washington DC y consultada por Diario EL MUNDO bajo reserva de su identidad, demanda que el trabajo urgente de Bukele es un “liderazgo efectivo en la negociación respecto al estatus de las personas que se encuentran bajo el TPS. Ni más ni menos, esa debe ser la prioridad”, además de impulsar “una política exterior que vele por proteger los derechos de los migrantes… (Bukele) Debe hacerlo, no tiene alternativa, no puede fallarle a más de 2 millones de compatriotas”, insiste.

 

De acuerdo con cifras de la oficina del Censo de EE.UU. hasta 2017 el país albergaba a 2,310.784 salvadoreños; y la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS) estima que hay 262,766 salvadoreños amparados al Estatus de protección Temporal (TPS) cancelado por el gobierno de Trump en enero de 2018, y cuya terminación está bloqueada por un juez federal hasta 2020. ¿Pero qué pasara con ellos después de esa fecha?

“Esperamos que exista un diálogo concreto y abierto con Trump, que (Bukele) abogue por el respeto a los inmigrantes, sobre todo a los que están en los centros de detención esperando por un proceso de deportación o pidiendo un asilo” dice Irene Valiente, residente en California, quien además es escéptica sobre un acuerdo migratorio a corto plazo.

“Veo muy difícil que Nayib logre un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos. Estamos en un periodo muy repúblicano que está sembrando el odio y racismo y mucha discriminación”, señala Valiente.

Todos los salvadoreños consultados como Alex Ortiz,residente en Utah, insisten en “que realmente este nuevo gobierno vele por los suyos que están fuera de sus fronteras que no los deje a su suerte” y que tampoco los busque como apoyo político, “nosotros esperamos ver cambios reales en nuestro país en cuestiónn de seguridad, economía y educación”, reitera Ortiz, quien anhela volver al país y sentirse seguro caminando por la calle como lo hace en Utah.



Desde fuera salvadoreños piden luchar contra corrupción y desamparo

Aunque la principal inquietud de los salvadoreños es saber cómo el Gobierno los va a apoyar en su condición migratoria; otra es si realmente logrará parar la corrupción dentro del Estado.

José Vanegas es un salvadoreño con estatus legal que vive en Los Ángeles, California, y se preocupa por los de aquí y los de allá. Dice que muchos esperan que “ojalá que el Gobierno acabe con el vandalismo y corrupción en el Estado y que ojalá que consigan un acuerdo migratorio entre los dos países, así habrá más oportunidades para los inmigrantes trabajando legalmente y contribuir a la economía de El Salvador” desde fuera.

Y desde fuera también demandan más atención y respaldo de las autoridades consulares, no solo los que viven en Estados Unidos se sienten desatendidos, también los salvadoreño asentados en países de Centroamérica y Europa.

Eduardo Vásquez vive en Costa Rica por motivos profesionales y reclama que siempre hay dificultades en la emisión del pasaporte, un reclamo al que se suma María Quintanilla quien también pide que “sería bueno que faciliten el mecanismo para empadronarnos en el exterior” y así poder participar en tomas de decisiones democráticas.

“La necesidad de cualquier extranjero es poder contar con apoyo del Gobierno de nuestro país. Eso significa tener embajadas que sean accesibles para todos los salvadoreños. La embajada más cercana de donde mi familia y yo vivimos está a seis horas, y cuando se llama por teléfono nunca contestan”, denuncia otro compatriota en Minnesota.

En condición de anonimato reflexiona que “para poder regresar a El Salvador lo que más tiene que cambiar es la delincuencia. Nadie quiere regresar a un país donde en cualquier momento lo pueden matar. También tiene que haber mejoras en salud y educación. Un país no puede salir del tercer mundo sin una población educada’, reitera.

De acuerdo con las reflexiones de la diáspora salvadoreña Bukele deberá a mediano plazo garantizar que “exista un crecimiento económico sostenido, mejores condiciones de inversiones y seguridad”, un pedido que Bertha de Córdova, residente en Panamá, dice será clave para empezar a construir un mejor país y una mejor sociedad.