La selección nacional de Canadá se presenta al sorteo del Mundial 2026 sin haber atravesado la ruta habitual de las eliminatorias, pero con una mochila cargada de expectativas, interrogantes tácticos y un equipo en plena reconfiguración. Como país anfitrión, junto a México y Estados Unidos, el cupo está garantizado; lo que aún no está claro es si el equipo estará a la altura del desafío.
En lugar de una clasificación tradicional, Canadá ha disputado una serie de amistosos internacionales y la Liga de Naciones de la Concacaf. Su rendimiento ha sido inconsistente: victorias convincentes ante Ucrania, Rumanía y Gales contrastan con caídas como la sufrida ante Australia y empates sin goles ante Colombia y Ecuador. Su último compromiso, una victoria 2-0 sobre Venezuela, ofreció un respiro, pero no despeja todas las dudas.
En la pasada Liga de Naciones, los canadienses no lograron meterse en la final tras caer ante México, aunque lograron el tercer lugar con una victoria sobre Estados Unidos. Estos resultados reflejan la falta de continuidad competitiva y una identidad colectiva aún en construcción.
A nivel estructural, la selección ha vivido una renovación profunda. Veteranos como Atiba Hutchinson y el arquero Milan Borjan dejaron espacios que ahora son ocupados por una nueva generación liderada por figuras consolidadas como Alphonso Davies, Jonathan David y Tajon Buchanan. Al mismo tiempo, jóvenes como Luc de Fougerolles y Jacen Russell-Rowe comienzan a ganarse minutos y jerarquía.
El banquillo también ha sido escenario de cambios significativos. La salida de John Herdman en 2023 marcó el fin de una era. Mauro Biello asumió de forma interina con resultados irregulares, en parte por el intento de introducir nuevas dinámicas tácticas sin una base consolidada. La llegada de Jesse Marsch, exentrenador del RB Leipzig y del Leeds United, aportó una idea más clara: presión alta, transiciones rápidas y verticalidad, aunque el equipo aún no muestra la estabilidad defensiva que un torneo como el Mundial exige.
Marsch se enfrenta al doble reto de consolidar un estilo de juego y al mismo tiempo cohesionar un grupo que todavía no parece haber alcanzado su madurez competitiva. El talento individual es innegable, pero el rendimiento colectivo aún está en construcción. La falta de rodaje en instancias decisivas puede pesar si el proceso no encuentra pronto una línea ascendente.
De cara al sorteo, Canadá sabe que el papel de anfitrión implica más que albergar partidos: significa competir con dignidad y ambición. En 2022, su retorno a una Copa del Mundo tras 36 años terminó con tres derrotas. Ahora, con el impulso local y una generación dorada, el objetivo será al menos superar la fase de grupos y demostrar que no solo está de vuelta, sino lista para quedarse.