El ABC de los acuerdos

Jueves 16, Enero 2025 - 5:55 AM

El único logro impecable fue parar el sangramiento y los destrozos de la guerra. Pero la muerte violenta siguió paseándose campante por el país; en 1995, 1996 y 1997 el promedio anual de asesinatos, según cifras oficiales, fue de 7911.

Así se acostumbra a hablar de estos, mediante los cuales finalizó la guerra interna en nuestro país: en plural. En lo que queda de los mismos dentro del imaginario nacional e internacional, se recuerdan anualmente el 16 de enero. Aunque en esa fecha ‒hace 33 años‒ únicamente se firmó el Acuerdo de Chapultepec, conocido como tal por el sitio adonde se realizó el evento: el legendario y emblemático castillo ubicado en el hermoso bosque bautizado con ese nombre, situado en la Ciudad de México. Aunque, en realidad, su denominación exacta es la del Acuerdo de paz de El Salvador; así, en singular. Pero hubo cinco previos: el de Ginebra, fue el primero; con el siguiente, el de Caracas, se establecieron la agenda y el calendario del proceso negociador; el de San José contempló el tema de derechos humanos y la creación de la Misión de Observadores de Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL); después siguieron los de México y los de Nueva York. Según mi humilde opinión, el de Ginebra es el más importante pues contemplaba los grandes desafíos a enfrentar en el tránsito de –según el ente verificador intergubernamental– "el camino de la paz”; estos eran el cese al fuego por la vía política, la democratización del país, el irrestricto respeto de los derechos humanos ‒incluidos los económicos, sociales, culturales y ambientales‒ y la reunificación de nuestra sociedad. Se trataba de un casi del todo acertado diagnóstico de las "enfermedades” que padecíamos y que nos condujeron al estado calamitoso en el que se encontraba entonces nuestra comarca. El de Chapultepec, siempre lo diré, era el listado de "medicamentos” a administrarle para que disfrutara de una "buena salud”. Alcanzar lo anterior, merece la "A” de aplaudible. La "B” de bajero le queda bien a lo hecho por las partes firmantes de los acuerdos y Naciones Unidas, al momento de aplicar las "medicinas” recetadas. En lugar de que funcionara la justicia entrándole con todo a los casos de graves violaciones de derechos humanos, crímenes de guerra y delitos contra la humanidad investigados y publicados por la Comisión de la Verdad para así comenzar a superar la impunidad ‒eso era lo convenido‒ la fortalecieron decretando en marzo de 1993 una amnistía protectora de criminales. Luego, en julio del mismo año, sacaron a los militares a patrullar junto con la recién estrenada Policía Nacional "Civil” (PNC) y hasta la fecha continúan en ello a montones; militarizaron, pues, la seguridad pública. En diciembre desmantelaron el Foro de Concertación Económica y Social que recién arrancaba para, según lo pactado, adoptar medidas que paliaran "el costo social del programa de ajuste estructural”. Además, las "dos hijas predilectas de los acuerdos” –la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH) y la PNC‒ comenzaron a ser desvirtuadas desde su nacimiento. Y ni ONUSAL acá ni nadie en Nueva York, hicieron lo debido para corregir esto y el resto de desaciertos. Por todo lo anterior y más, ahora nos encontramos sufriendo por la "C” atribuible a las canalladas que ya perpetró y continúa perpetrando el actual expresidente constitucional, regresivo sobre todo en lo económico y político. Eso es lo que está haciendo Nayib Bukele, ahora usurpador del cargo, quien se ha servido con la cuchara más grande en el banquete que le dejaron servido los firmantes de los acuerdos: desacata la Constitución y las leyes con total impunidad, refuerza tanto en cantidad como en armamento a los militares y su ajuste estructural es radical; quizás hasta salvaje. Asimismo, igual que al resto del aparato estatal, tiene secuestradas a la PDDH y la PNC. De las "afecciones” enumeradas se empezaba a avanzar apenas en la mejoría de una: la ausencia total de democracia; de las prácticas sistemáticas de violaciones de derechos humanos por razones políticas, habíamos salido aceptablemente bien librados. Pero la reunificación social estuvo mal diagnosticada; debieron hablar de "unificación” pues históricamente esta sociedad nunca disfrutó de esa condición y, tristemente, continúa fragmentada. El único logro impecable fue parar el sangramiento y los destrozos de la guerra. Pero la muerte violenta siguió paseándose campante por el país; en 1995, 1996 y 1997 el promedio anual de asesinatos, según cifras oficiales, fue de 7911. Después vino la guerra de años contra las infames maras, hasta que Bukele las desarticuló junto a la institucionalidad. Para este, los acuerdos fueron una "farsa”. Para mí, el de Ginebra continúa siendo el diagnóstico descarnado de las "enfermedades” nacionales pasadas que vuelven a aparecer sumamente peligrosas: el retorno a una absoluta falta de democracia y el creciente irrespeto de los derechos humanos, en una sociedad históricamente desunida. Dichos "padecimientos” arrodillaron al país ante la guerra. ¿Volverá esta?