Creatividad ante la crisis

Miércoles 16, Febrero 2022 - 12:00 AM
Opinion
C uando Alejandro Magno era aún muy joven, su padre, el rey Filipo de Macedonia, se enamoró de un caballo salvaje que un noble trajo hasta él. Sin embargo, ninguna persona había conseguido montar sobre él y domesticarlo, era un caballo tozudo y muy bravo. El rey ordenó a sus mejores caballeros que intentaran domar ese caballo, y a pesar de sus esfuerzos y pericia, ninguno lo logró. El caballo, negro y brillante como la noche, terminaba tirándoles a todos. ¡Qué pena!- dijo el rey- ¡Con lo hermoso que es y debo devolverle! Alejandro, el hijo del rey, había observado todo con mucha atención y entonces dijo: Padre, ¿me permitís intentar a mí? Pero hijo... ¡eres todavía muy joven! ¿Cómo vas a conseguir lo que no lograron mis más expertos caballeros? Bueno... no creo que perdamos nada por intentarlo -respondió Alejandro muy seguro. Está bien, puedes intentarlo- respondió su padre, seguro de que esa sería una buena lección de humildad para su hijo. Entonces, Alejandro, miró al cielo y buscó el sol. Se acercó al caballo con delicadeza y susurrándole palabras cariñosas, le dirigió de tal forma que quedara mirando al sol. Te pondré de nombre Bucéfalo- le dijo. Y acariciando sus pelos grueso del cuello, se subió encima. El caballo al notar el peso, intentó tirarle, pero Alejandro se tomó con fuerza mientras le seguía acariciando el cuello, el animal se calmó y permitió que el joven montara encima. Su padre no salía de su asombro: Hijo, ¿cómo lo has conseguido? Muy fácil -respondió Alejandro- Vi que todos los que intentaron montar al caballo, lo hacían con el animal de espaldas al sol. Él, al ver su sombra en movimiento, se asustaba mucho. Pero yo he conseguido que no pueda ver su sombra y de este modo, se ha tranquilizado. Su padre Filipo dijo con orgullo: Hijo, creo que nuestro reino se va a quedar muy pequeño para ti. En un futuro construirán un gran imperio gracias a tu ingenio. Y así fue. Cuando Alejandro creció consiguió crear un inmenso imperio que iba desde Grecia hasta la India, convirtiéndose así en Alejandro Magno. No hay duda que se requiere de ingenio para enfrentar los diferentes retos que surgen en la vida, dado que ello se puede convertir en una poderoso arma que hace la diferencia entre los hombres de éxito y los que fracasan por ser complacientes ante los problemas. Alejandro Magno, demostró desde joven su enorme capacidad de tomar decisiones mediante la inteligencia y la observación. Era un gran estratega que no dejaba nada al azar ni suponía, sino que verificaba. Por eso consiguió crear un poderoso imperio. La lección que nos deja esta historia, es que mientras todos intentaban sin éxito domar el caballo, Alejandro se dedicó a observar al animal y a investigar por qué estaba tan nervioso. De modo que la empatía, es clave a la hora de buscar el origen de un problema para proponer soluciones creativas. Alejandro intentó ponerse en el lugar del caballo y solo entonces se dio cuenta de que no eran los hombres lo que tanto le asustaban, sino la sombra que veía proyectada en el suelo. Gracias a este ingenio, encontró la forma de domar al caballo. La otra lección de esta historia es que nunca debes darte por vencido ante la adversidad de la vida, por ello pienso que la final no importa tanto el dinero que se destine para la educación de los hijos, sino cómo utilizamos los pocos recursos que se tienen para educar a los hijos. En otras palabras, no importa si se nació con pocos recursos o muchos, el tema de los valores, como la honestidad, la rectitud y la perseverancia, la aprenden los hijos con la calidad de tiempo que los padres le dedican para crear lazos y fortalecer vínculos, modelando con el buen ejemplo en todo tiempo, por el contrario, los hijos que se hacen delincuentes, es porque de alguna forma los padres de familia y el entorno negativo los han conducido por el mal camino. Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Proverbios 22:6).