Los que promueven guerras y conflictos, los que ahogan a sus pueblos con la cancelación absoluta de libertades y derechos, destruyen la vida de la gente. Le destruyen la posibilidad de planear un futuro, de crecer a sus hijos como lo habían soñado, de tener certeza sobre sus vidas.
La gente no quiere migrar, la gente no quiere ser refugiada o exiliada. No. La inmensa mayoría de personas quieren vivir y desarrollar sus vidas en sus países, ver crecer a sus hijos y nietos, ver mejorar su entorno, ver sus países y ciudades mejorar. Cuando los gobiernos emprenden una guerra destruyen todo eso.
Imagine usted ser una familia de un pueblo de Ucrania, un país con un desarrollo y un nivel de vida bastante alto, y usted cree que tiene garantizado el futuro de sus hijos con trabajo y educación. De repente, en Moscú, a miles de kilómetros de su pueblo, a un gobernante ruso se le ocurre que tiene que invadir su país por cualquier justificación y todos aquellos sueños se acaban.
La situación de Medio Oriente no es menos diferente aunque más compleja. Muchos israelíes y palestinos vieron destruido su futuro y la certeza sobre sus vidas desde que los terroristas de Hamás atacaron y mataron a civiles israelíes en octubre pasado, desatando una desproporcionada represalia israelí contra civiles palestinos. Ambos pueblos han perdido mucho por decisiones de sus políticos. Ambos bandos han actuado con una saña injustificable.
En El Salvador nos sucedió con la guerra civil de los años 80. La gente tuvo que huir víctima de las fuerzas de seguridad del Estado o de la guerrilla del FMLN, o simplemente para salvar sus vidas. Le destruyeron la vida a mucha gente ambas partes. Y luego vinieron las pandilleros y también le destruyeron la vida a la gente y por eso hoy esos delincuentes están pagando sus actos, encarcelados.
Lo peor es cuando no hay conflicto con otra nación sino que el gobernante de turno se cree con el derecho de decidir quién vive y quién no vive en su país en dependencia de la afinidad política, como ha sucedido en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Los opositores se quedan sin empleo, sin beneficios sociales, son acosados, encarcelados, no tienen derecho a nada. Es triste ver tantos cubanos, venezolanos y nicaragüenses salir del país en busca de sobrevivir, porque los gobernantes les han destruido la vida. Ante Dios y ante las leyes de los hombres, no hay derecho a tanto, pero el mundo permanece impasivo, indiferente ante esas realidades.
Para que nos demos una idea de la dimensión de esta situación. A finales de 2023 había 43,4 millones de personas refugiadas en el mundo. Eso es como que toda la población de Centroamérica hubiera tenido que huir. El número de personas refugiadas en el mundo se ha triplicado en la última década, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
¡Cómo le destruyen la vida a la gente!. Cada vez que vea noticias de una guerra o esas cantidades enormes de migrantes que pasan, recuerden que alguien provocó esa barbaridad.