La cantidad de asesinatos que ha visto el país desde el jueves nos demuestra que el propagandizado plan de seguridad no parece estar funcionando. Por el contrario, pareciera que seguimos a merced de las pandillas que son las que deciden cuando asesinar y a cuántos, mientras las autoridades enmudecen.

El despliegue militar de la semana pasada se propagandizó descaradamente como la más brillante solución a nuestra terrible inseguridad. Mostrar vehículos blindados con ametralladoras 50 frente a la Universidad de El Salvador o frente al Salvador del Mundo, por mencionar dos lugares emblemáticos, es un insulto a nuestra inteligencia. Ese tipo de despliegue no sirve para combatir la delincuencia, no ha servido desde los años 90 que se sacaron por primera vez a la calle y no va a servir la próxima década tampoco.

Pareciera que los militares están desesperados por demostrar que necesitan presupuesto y por eso hacen ese derroche de inútil exposición pública, mientras los pandilleros siguen operando a sus anchas, lejos de las tanquetas de difícil movilidad. Hace solo unos días hablaban de una “conspiración” para sacar a los militares de apoyar la seguridad y repentinamente, militarizan los operativos de seguridad. Y luego esos operativos militarizados reciben como respuesta una ola de homicidios que teníamos meses de no ver. ¿No les parece extraño? ¿Qué viene después?

Explicarnos que la cantidad de asesinatos es fruto de una guerra entre pandilleros, cuando solo una mínima parte de los asesinados corresponden a esas bandas, es intentar darnos una explicación simplista que demuestra que el número de muertes depende de la voluntad de las pandillas y no del control que las autoridades tengan. Eso es un mensaje terrible para la ciudadanía.