El triunfo de la nicaragüense Sheynnis Palacios en el certamen de Miss Universo celebrado el pasado 18 de noviembre en San Salvador alegró sobre manera a todos los centroamericanos y especialmente a los nicaragüenses. Esa bella joven de 23 años, con una historia de lucha personal y familiar en el país más pobre de la región, nos mostró que no hay obstáculo que no se pueda vencer.

Cualquier persona sensata y en sus cabales estaría feliz y orgulloso que una coterránea suya gane un certamen como Miss Universo, por eso los nicaragüenses estallaron de júbilo espontáneo y salieron a las calles a celebrar esa noche. La dictadura de la familia Ortega-Murillo en Nicaragua, acostumbrada a aplastar a balazos y cárcel cualquier manfiestación popular, no pudieron evitar la fiesta popular por la victoria de la señorita Palacios.

Pero pasados los días, los Ortega-Murillo decidieron castigar a Karen Celebertti, una exreina de belleza de los 90 que era la directora nacional de Miss Nicaragua y a su familia. Celebertti, una persona muy respetada en la sociedad nicaragüense, fue impedida de volver a su país y obligada al destierro. Su esposo y su hijo fueron encarcelados por varias horas y luego todos procesados por "traición a la patria', alegando que en las protestas antigubernamentales de 2018, expresaron sentimientos de apoyo a las mismas.

En el fondo fue una vulgar venganza política porque los Ortega-Murillo, que pretenden controlar todo en Nicaragua, no pudieron controlar ni el certamen ni la celebración popular. Luego al enterarse que la propia señorita Palacios había participado en las protestas de 2018, no se atrevieron a acusarla a ella de traición a la patria pero sí a los organizadores del concurso local.

Lo que sucede en Nicaragua con la dictadura Ortega-Murillo es una combinación de crueldad dictatorial, pura maldad, satanismo y enfermedades mentales de esa pareja. No es normal, no es sensata esa conducta enfermiza que ha llevado a que 600 mil nicaragüenses huyan y que hasta se hayan atrevido a encarcelar a un obispo que denunciaba las injusticias de la dictadura en sus homilías. Y hay que tener claro que ahí no hay ningún sustento ideológico o de pensamiento. Es aferrarse al poder por el poder.

No hay justificación alguna para una conducta como esa, Nicaragua se ha convertido en un gulag tropical donde nadie puede expresar una opinión, una crítica, profesar una ideología diferente o su propia religión públicamente.

Insisto: es una combinación de crueldad dictatorial, pura maldad, satanismo y locura. Pero como bien dijo Sheynnis Palacios la noche de su victoria: "pronto vendrán cambios para mi país". Esperemos que sus palabras sean proféticas.