Saliendo de esta borrachera electoral, la resaca es peor. La crisis económica, los problemas de inseguridad, la falta de recursos gubernamentales para poder financiar todas las promesas fantasiosas que se hacen, son una pesadilla para cualquier político que gane las elecciones. Pero lo peor es cuando ni siquiera se está preparado para algo más que la propaganda electoral.
Hay que insistir en llamar a la racionalidad; independientemente por quién vote, el país es de todos y no podemos vivir en este enfrentamiento permanente, y en ese sentido de exclusión de aquellos que disienten de nosotros y mucho menos estar hablando de venganzas o persecuciones.
Se están gastando millones de dólares en publicidad de todo tipo, se afinan rostros y discursos con el maquillaje de expertos internacionales que ganan miles de dólares para que nosotros nos enfrentemos. Se promete hasta lo que no se debe, se repiten lemas vacíos para generar emociones. ¿Qué solucionará eso? Absolutamente nada. Piénselo a la hora de fanatizarse, piénselo a la hora de querer insultar al que no piensa como usted. No renuncie a la racionalidad.
