“Estoy feliz, soy feliz, y todos los sinónimos que representen felicidad”, repite el nadador Nixon Hernández mientras camina por las calles de París. Su participación en los Juegos Olímpicos ha finalizado, pero su sonrisa sigue ahí. Si bien su tiempo no fue el esperado, hay matices que hacen que afloren sentimientos agridulces.

“No puedo estar conforme hasta llevarle una medalla al país, o al menos hasta poder llegar a una semifinal, ahí sí voy a estar conforme. Eso o enseñarle a los jóvenes que ellos también pueden. Dejar los cimientos para una medalla, me parece que ahí sí estaría conforme”, aclara Hernández, que pretende ir a vivir a Valencia, España.

Más allá de sus aspiraciones futuras, admite que vivir en la villa olímpica ha sido “pura felicidad”, compartiendo con los grandes del deporte mundial. “Uno está ahí y se da cuenta de que estamos al mismo nivel. Es muy impactante que al final del día, más allá de ser atletas, somos seres humanos. Ver a Carlos Alcaraz riéndose con Rafael Nadal en la cena, ver caminando a Zidane... y son personas humanas. Eso da la villa”.

Para Nixon, la única cosa mala de la villa fueron las camas ecológicas. “Imposible dormir cómodo, es la única cosa de que me puedo quejar. Estaba incómodo, no había espacio para darme vuelta. Después me fui acostumbrando, pero los primeros días fueron terribles”.

Lo último que hará Nixon antes de irse de la villa olímpica es seguir la tradición y tatuarse los aros olímpicos. “Es una tradición. El lunes tengo una cita con un tatuador, es la primera vez que van a llevar a un tatuador profesional a la villa y es una cortesía de los organizadores”, cuenta Nixon.

No es para menos. Estamparse los aros olímpicos será un sello que lo acompañará el resto de su vida. No cualquiera puede decir que compitió en unos Juegos Olímpicos, y sobre todo porque nadie más que él sabe lo que le costó llegar ahí: “Al principio no tenía apoyo, recuerdo que tuve vender mi carro para prepararme para los Olímpicos, porque necesitaba dinero para las bases de entrenamiento. Después logré apoyo del COES y más tarde del Indes”. Ni modo. Tuvo que sacrificar su Nissan Sentra para ver si lograba su sueño de ir a los Juegos Olímpicos.

Junto a los policías que custodian el metro de París. / Claudio Martínez
Junto a los policías que custodian el metro de París. / Claudio Martínez



A los 26 años, Nixon no piensa en otra cosa que en Los Ángeles 2028. “El lunes, después del tatuaje, ya me pongo a entrenar. Uno es atleta los 365 días del año, y lo somos siempre, cuando elegimos comer la ensalada en vez de la hamburguesa, tomar agua en lugar de la soda, tomar vitaminas en lugar de cosas que son malas para el cuerpo. Yo me cuido, sé de los sacrificios que hay que hacer, porque estoy pensando en Los Ángeles 2028”.

Para los próximos Juegos, Nixon tendrá 30 años y aspira a una medalla olímpica. “¿Por qué no?”, se pregunta. No es imposible “Y si no se logra, al menos quiere llegar a una semifinal para enseñarle a todos los jóvenes y niños que si yo pude, ellos pueden más. Yo no quiero que mi récord se quede para siempre o mi nombre, quiero que lo borren, que lo superen”.

El vuelo hacia la piscina en París 2024. / Team ESA
El vuelo hacia la piscina en París 2024. / Team ESA