En uno de los pabellones del mercado central de El Salvador se encuentra el puesto de comida de Marta Rivera, quien no ha tenido más remedio que subirle el precio al plato por el incremento en los alimentos y otros insumos que utiliza en su cocina.
“El año pasado, las cosas aumentaron un poquito, $0.10 centavos, pero de enero para acá los productos han aumentado hasta $0.75 centavos”, afirma Rivera que tiene años de vender todo tipo de sopa.
Rivera llega desde tempranas horas a comprar los productos que utilizará para cocinar los almuerzos.
Antes daba la porción de chilaquilas a $1.50; sin embargo, desde que aumentaron los productos lácteos las da a $2 dólares. “La clientela es la misma, pero tenemos menos ganancias. Si todo está caro, entonces, ¿a cuánto lo damos?”, alega.
El precio de los alimentos comenzó a subir el año pasado a consecuencia de la crisis logística mundial, pero para este 2022 el costo se disparó tras la invasión rusa a Ucrania pues ambos son proveedores mundiales de cereales y de crudo.
La mayoría de vendedores afirman que los insumos han subido de precio desde inicios de año, sin ver alguna disminución. Las carnes, los lácteos, el aceite, el gas propano, los granos básicos y las verduras son algunos de los productos que más caros se han vuelto.
Reducen porciones.
Cristina Pérez, también con un pequeño puesto de comida en el mercado central, ha aumentado $0.50 centavos al plato de pollo, pues afirma que antes compraba a $1.40 la libra, pero ahora la adquiere a $1.75. “A lo demás no le he aumentado, pero he disminuido las porciones”, afirma.Por su parte, Marta Hilda asegura que en los 45 años que lleva de vender comida en el mercado nunca había visto un aumento de los productos como ahora. De igual manera, afirma que cada vez son menos los productos que mantienen su precio. “Todo ha aumentado después de la pandemia”, suma.
Su vecina, Rosa Cande, quien tiene uno de los comedores más grandes de sopa de pata del mercado central, afirma que está ganando menos y que desde que inició la pandemia llegan menos personas.
“A veces vienen personas que no andan esa cora o los cincuenta centavos. Hay veces que la gente me pide un dólar de sopa y se los doy”, comenta la salvadoreña con 44 años de dedicarse a la venta de comida.
Blanca Ligia también tiene un comedor de sopa de pata y, al igual que Rosa, coinciden que el aumento les ha afectado a todos los vendedores de la zona, mientras que no todos los consumidores pueden pagar el precio total de un plato por lo que han tenido que vender menos para dárselos más barato.
Asimismo, Alberto Escobar, quien tiene un puesto de hamburguesas, alega que de seguir subiendo los costos se quedaría sin trabajo. “Se trata de rebuscarse con los precios para mantener a los clientes, pero llega un momento que para no dejar de trabajar ni de ganar su dinero, se compra caro, con el riesgo de subirle. Algunas personas están perdiendo porque están comprando caro y la gente no lo quiere caro”, concluye.
