Para mayo don José ya había empezado la rotación de sus cultivos: maíz por sandía. Las primeras lluvias del invierno siempre le han indicado este cambio en sus parcelas agrícolas, en el caserío Condadillo, cantón Volcancillo, La Unión, a 186 kilómetros de la capital, San Salvador.

Pero ahora las parcelas de unos 25 productores del caserío están vacías, pocos se han aventurado a sembrar, a la mayoría le embarga la incertidumbre y el miedo de perderlo todo. La razón es que sus terrenos de siembra y sus viviendas están ubicadas en el espacio que el Gobierno de El Salvador seleccionó para construir el aeropuerto del Pacífico, y que desde abril pasado ya toma medidas y ha identificado los límites de la construcción.

En la comunidad, los habitantes siembran chiles, hortalizas, sandías, maíz y maicillo para subsistir, los primeros productos son para el mercado local e, incluso, las sandías “vienen camiones de San Salvador” a traerlas, dice don José, en alusión al mercado de mayoreo La Tiendona.


La producción no es poca para esa comunidad que vive de la agricultura familiar. Don José explica que cada productor tiene una parcela para sembrar y, de cada una, sacaban aproximadamente 3,000 sandías.

En la primera de tres cosechas obtenían unas 1,500 sandías que lograban vender a $2 la unidad, lo que significaba un ingreso para todos los productores de $75,000. En tanto, en la segunda ronda, lograban sacar unas 500 sandías que vendían a $1, por un valor que ascendía a $12,500.

Mientras que, de la tercera cosecha, el productor indica que obtenían unas 360 sandías, unas 9,000 entre todos los productores y las vendían a $0.35, otro ingreso que suma $3,150.

Es decir que el valor total de la cosecha anual rondaba los $90,650 aproximadamente, que este año dejaron de percibir los productores por la incertidumbre de la construcción del proyecto estatal.

Y así ocurre con todos los cultivos. “La cosecha del 2021 ayuda a cubrir parte del 2022... Si no cultivamos ahorita, este año, para 2023 no vamos a tener cosecha, hay que ir a comprar al mercado”, afirma el agricultor.

Las parcelas agrícolas de Condadillo sin cultivos este año, por la incertidumbre del aeropuerto. / I.C.
Las parcelas agrícolas de Condadillo sin cultivos este año, por la incertidumbre del aeropuerto. / I.C.



El departamento de La Unión es parte del corredor seco centroamericano, una franja vulnerable al cambio climático donde, a pesar de los largos períodos de sequía seguidos de lluvias intensas, la mayoría depende de la producción agrícola familiar.

Don José, quien también tiene crianza de pelibueyes, asegura que los agricultores de la zona han sido beneficiados con asistencia de cooperación internacional, incluyendo el programa Sembrando Vida que México impulsa para frenar la migración irregular, que consiste en la entrega de árboles maderables y de frutas para reducir la inseguridad alimentaria.

Este año, los productores de Condadillo declinaron de un apoyo de los programas Rural Adelante, del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que les daría $40,000 para el cultivo de hortalizas.

“Debido a este problema del aeropuerto no lo agarramos, yo le dije que no podíamos agarrarlo porque teníamos este contratiempo”.
Don José,
Productor de Condadillo.


Los agricultores empezaban a notar una recuperación luego de la pandemia del covid-19, que en la primavera del 2020 no les permitió cultivar plenamente. Don José dice que, en pleno confinamiento, algunos núcleos familiares que cultivaban una manzana sembraron la mitad para consumo propio porque las restricciones de la pandemia no permitían que otros agricultores trabajaran tierra ajena.

A eso se le suma que los agricultores se enfermaron, aunque no se enteraron si se trataba de covid-19 porque las pruebas no fueron accesibles. “Lo que sucedió es que pegaban gripes fuertes y fiebres altas, y que se perdió el gusto”, describe don José.


Además de cultivos, las familias realizan crianza de ganados y pelibueyes. / I.C.
Además de cultivos, las familias realizan crianza de ganados y pelibueyes. / I.C.

A escasos metros de la costa.

Además del caserío Condadillo, también la población de Flor de Mangle será afectada con la construcción del aeropuerto: son familias que dependen de actividades en el mar como la pesca y la búsqueda de curiles (molusco) en el manglar cercano.

La zona de las dos comunidades es calurosa, el típico ambiente del oriente salvadoreño. Está ubicada a escasos kilómetros de la costa del Pacífico, específicamente del estero El Tamarindo y, aunque tiene un acceso directo a la carretera El Litoral, las calles son de tierra y empedradas.

A pesar de ser una comunidad rural, en Condadillo, la mayoría de la construcción de las casas son de bloque, con piso de cerámica o de cemento. Las viviendas tienen energía eléctrica y, desde hace un año, también tienen agua potable. Antes de eso, se abastecían con pozos debido a que hay agua subterránea a poca profundidad.

La comunidad también tiene un nacimiento de agua a pocos metros de sus viviendas, que en el invierno alimenta al río que lleva el nombre del mismo caserío.

Volver a construir una vida.

Pero el proyecto del aeropuerto del Pacífico no solo los dejará sin parcelas donde cosechar, también sin un lugar donde vivir. Las 35 familias están por quedarse sin sus terrenos y las viviendas que han construido con su trabajo.

Una es la familia de ​​doña María Álvarez, que aún vive en duelo tras perder a su madre, doña Santos Cruz de Álvarez, en marzo pasado. Ella formó su familia hace más de 40 años en una vivienda de bloque, con cerámicas, su propio pozo de extracción de agua, y un espacio para plantas y aves de corral.

Los últimos días de doña Santos fueron de preocupación tras el anuncio de que serían reubicados por la construcción del aeropuerto. Con voz entrecortada, doña María recuerda que su madre “se quedaba viendo la cerámica” y le preguntaba “¿cómo van a demoler la casa, para dónde vas agarrar?”.

“Yo le decía: ‘Mami, tranquila. Nosotros vamos a ver cómo nos ubicamos después’. Si nos sacan, nos sacan porque, si uno no acepta tal vez lo que el Gobierno logre dar, también uno sale perdiendo”.
María Álvarez
Habitante de Condadillo.


Árboles de eucaliptos marcados que serán talados por el proyecto. / I.C.
Árboles de eucaliptos marcados que serán talados por el proyecto. / I.C.



Las familias en el caserío Condadillo viven en zozobra y dependen de las noticias entre sus vecinos y lo poco que leen en sus celulares. Incluso cuando la Asamblea Legislativa se alistaba para aprobar la ley del aeropuerto del Pacífico, ellos no sabían.

A doña Mary le preocupa irse lejos de donde están enterrados sus padres, si el Gobierno “será justo” con el valor de las propiedades y comenzar a construir una nueva vivienda. “¡Cuánto va a costar! O ya no la vamos a tener así de grande tampoco. Hemos estado tranquilitos tantos años, a esta edad y etapa más dura, ya nosotros, digamos, para lograr otra vivienda grande, disfrutarla igual”, asegura la salvadoreña que desde hace 20 años es madre soltera.

“No nos han dicho a qué lugar nos van a llevar; solamente ellos nos han dicho que veamos a la zona norte de este mismo caserío; que, si hay posibilidades de comprar terreno, los van a comprar y allí nos van a reubicar”, explica el agricultor, reseñando las reuniones que ha tenido la comunidad con personeros del Gobierno.

Sin embargo, la preocupación es que, aunque les han adelantado que comprarán sus lotes domiciliarios, no hay ni una sola palabra sobre las áreas de cultivos. “No nos han dicho que nos van a comprar las parcelas, sino que nos van a reubicar con las viviendas y, sí, quedaríamos afectados con los lotes agrícolas, porque allí es donde producimos”, concluye.

“Ya es un hecho, dicen ellos (del Gobierno), que ya no pensemos que en otro lado va a ser, sino acá”, dice doña Mary, en referencia a las reuniones que han sostenido con los delegados del Ministerio de Obras Públicas.

El pasado 14 de mayo, en un nuevo encuentro, los representantes del Gobierno dijeron a los habitantes de Condadillo que en dos meses volverán a reunirse y será entonces cuando les indicarán cuánto les pagará la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma (CEPA) por sus casas y hacia dónde serán reubicados. Mientras tanto, Condadillo ya perdió su cosecha.

A pesar de las preocupaciones que les genera, los lugareños de Condadillo dicen que no se oponen a proyectos de mejoría, sino que les disgusta vivir en incertidumbre.

Diario El Mundo consultó con CEPA, a través de su unidad de comunicaciones, sobre cuáles son las negociaciones que tienen con la comunidad y dónde podrían ser reubicados, pero al cierre de esta nota no hubo respuestas a nuestra solicitud.

Las familias en Condadillo tienen pozos para extraer agua de consumo. / I.C.
Las familias en Condadillo tienen pozos para extraer agua de consumo. / I.C.

Una promesa de campaña política.

El 2 de septiembre de 2018, cuando Nayib Bukele era candidato a la presidencia de la República, lanzó la propuesta de construcción de un aeropuerto en el oriente del país; en un video publicado en su cuenta de Twitter, el ahora mandatario explicó que proponía edificarlo en La Unión, para promover el turismo.

La promesa fue incluida en el Plan Cuscatlán, su propuesta de Gobierno y reiterada en el acto de conmemoración del Bicentenario, el 15 de septiembre de 2021.

CEPA, administradora de los aeropuertos, señala que la terminal aérea dará una conexión aeroportuaria a la zona oriental de El Salvador, “a fin de propiciar el potencial de convertirse en un polo de desarrollo económico, incentivar la creciente demanda de pasajeros en el exterior, desarrollar el turismo internacional y activar el Puerto de La Unión”.

El estudio económico del aeropuerto, elaborado por el consorcio Peyco-ALBEN 4000, reveló que la plataforma portuaria tendrá capacidad de movilizar hasta un millón de pasajeros y aportaría el 1.5 % del Producto Interno Bruto (PIB, producción de bienes y servicios) en su primer año de operaciones.

Uno de los agricultores observa la vegetación que será degradada por la construcción del proyecto. / DEM
Uno de los agricultores observa la vegetación que será degradada por la construcción del proyecto. / DEM

Una ley con trámites exprés.

El pasado 26 de abril, la Asamblea Legislativa aprobó una ley para construir el tren y el aeropuerto del Pacífico, con 67 votos del partido oficialista Nuevas Ideas, y sus aliados Gana, PCN y PDC; además, votaron a favor tres diputados que renunciaron al partido de derecha, Arena. El resto de diputados que siguen en Arena, el FMLN, y los partidos Nuestro Tiempo y Vamos, se abstuvieron.

La normativa permite a CEPA adquirir, ya sea por compra, permuta, expropiación o cualquier otro, titular los bienes muebles necesarios para la construcción del aeropuerto; los dueños de los inmuebles actuales deberán manifestar por escrito que están dispuestos a la venta voluntaria de los inmuebles afectados. CEPA efectuará el pago, al otorgarse la escritura, dentro de un plazo no mayor a 180 días calendario.

De no llegar a un acuerdo, la Fiscalía General de la República podrá seguir procedimientos especiales de adquisición de inmuebles, tras petición de la institución administradora aeroportuaria.

Pero todas las preocupaciones económicas y ambientales de Condadillo son ignoradas desde el seno de la Asamblea Legislativa, donde los diputados avalaron la construcción de forma exprés.

“Conozco esas tierras donde se va a construir este aeropuerto, si allí ‘anantes’ se pega el marañón y maguey. Es mentira que va a haber un daño ecológico, es mentira, hay que estar allí para realmente ver que sí estén en terreno adecuado. Oponerse a estos proyectos es una mezquindad política”.
Reynaldo Carballo,
Diputado del Partido Demócrata Cristiano, aliado del oficialista Nuevas Ideas.


Diario El Mundo preguntó al diputado Carballo si mantenía su opinión luego de plantearle, incluso con fotografías, que las familias de la zona dependen de cultivos y es un área colindante a una reserva natural. Sin embargo, no respondió.
Este artículo fue producido con el apoyo financiero del Earth Journalism Network (Internews)