“Necesitamos estar preparados”, advirtió Carlos Urías, director de Sanidad Vegetal del Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA), que explicó que una planta, al igual que una persona, se resiente cuando hay cambios bruscos en las temperaturas y son más vulnerables a las enfermedades.
El Niño está asociado con un aumento de temperaturas y sequías, seguidas de fuertes lluvias. El último se desarrolló entre 2018 y 2019, y después inició un largo episodio de La Niña.
Para este año, se prevé un El Niño fuerte con la presencia de una sequía meteorológica y una canícula entre finales de julio y principios de agosto, según las proyecciones del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).
Urías señaló que bajo estas condiciones se “hace muy difícil un sistema de producción” y advirtió que para los cultivos de maíz y arroz los ácaros serán el “problema número uno”. Estos artrópodos están esperando el cambio de resequedad a poca humedad para propagarse, al igual que la mosca blanca que afecta los rendimientos de los cultivos alimenticios.
Luis Treminio, presidente de la Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios (Campo), recuerda que la última gran plaga del sector de cereales tuvo lugar en 2016, cuando el pulgón amarrillo arrasó los cultivos de sorgo después de una severa sequía. En el caso del café, el segundo producto agrícola más exportado después del azúcar, fue el devastador ataque de la roya en 2012 que desplomó la producción a menos de la mitad.
La sequía es la cuna de las plagas, señaló el productor, que no descarta afectaciones sobre los cultivos de granos básicos.
Giro de timón.
“La gran reflexión es de qué tan preparados estamos”, señaló Urías, quien considera que hace falta un giro de timón para comenzar a implementar controles biológicos para reducir la población de los insectos dañinos en los cultivos.“Lo que menos queremos es que haya más aplicaciones agroquímicas, porque no conocemos la plaga”, señaló el vocero del OIRSA. “Sería el tiro de gracia”, agregó, porque la planta se encuentra estresada por la falta de agua en las raíces y adicionalmente tiene que resistir a una dosis de químicos.
El uso de pesticidas en El Salvador es “bastante elevado”, advirtió un estudio multidimensional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicado en abril pasado. La Asamblea Legislativa aprobó en 2013 prohibir 53 productos, pero la reforma no fue promulgada y aún se mantiene en suspenso.
Hasta 2012, en el mercado salvadoreño se vendían 109 tipos de insecticidas y 68 herbicidas, incluyendo algunos prohibidos en el Convenio de Rotterdam, firmado por El Salvador en 2004.
Riesgos de nuevas plagas.
Urías advirtió que con la llegada de El Niño también se eleva el riesgo del desarrollo de plagas aún no confirmadas en El Salvador, como la pudrición de la cereza del grano de café, una de las enfermedades más severas del cultivo.En agosto, adelantó, se realizará un simulacro para tomar medidas de prevención. El experto explicó que por cada grado de temperatura que se eleva en el planeta, aumenta un ciclo de la plaga.
Es decir, que, si un productor tenía que hacer cuatro aplicaciones de un químico para controlar una plaga, al elevarse un grado la temperatura, tiene también que subir el uso de insumos.