El aroma del loroco se esparce con la suave brisa de la montaña en Santa Cruz Porrillo, San Vicente, un territorio que hace dos décadas era rico para el cultivo de la flor más demandada por los salvadoreños en el exterior.

“La idea es producir igual a lo que producimos hace 20 años", afirma Jorge Monterrosa, encargado de la empresa familiar Fernaldia Exportaciones y actualmente el mayor exportador de loroco fresco hacia Estados Unidos.





Monterrosa administra una planta procesadora, ubicada en San Rafael Obrajuelo, La Paz, de donde salen más 5,000 libras de loroco semanales hacia Houston, Los Ángeles y Washington, así como una finca de 24 manzanas en Santa Cruz Porrillo, de las cuales 12 manzanas están destinadas solo a loroco, y el resto se dedica a ganadería y otros cultivos.



Jorge Monterrosa junto a su padre, Jorge, trabajan en la finca cultivando la popular flor de la gastronomía salvadoreña. Su padre se encarga de reproducir las plantas y mantener prácticas sostenibles. /Francisco Valle.
Jorge Monterrosa junto a su padre, Jorge, trabajan en la finca cultivando la popular flor de la gastronomía salvadoreña. Su padre se encarga de reproducir las plantas y mantener prácticas sostenibles. /Francisco Valle.


Monterrosa reconoce que una debilidad es que debe comprar el fruto a otros productores porque el volumen de demanda sobrepasa su capacidad de cosecha.

El salvadoreño obtiene de 200 a 1,200 libras de loroco en su finca, dependiendo de la bonanza de las condiciones climáticas, pero requiere hasta 6,000 libras semanales para atender a los compradores en Estados Unidos. De esa manera, el 80 % de la cantidad que necesita es comprada a 15 parceleros independientes, de quienes, admitió Monterrosa, es “casi imposible” controlar el proceso de producción para mantener la máxima calidad del fruto.

“Para el próximo año se proyecta entre 2,000 a 3,000 libras por todo lo que se está haciendo, la mitad de lo que se ocupa para trabajar”, indicó.

Lavado del loroco que se exportará desde la planta de Fernaldia Exportaciones, ubicada en La Paz. /Francisco Valle
Lavado del loroco que se exportará desde la planta de Fernaldia Exportaciones, ubicada en La Paz. /Francisco Valle


Prácticas verdes

Junto a su padre, también llamado Jorge, agrónomo de profesión, trabaja desde 2012 en el cultivo de loroco en su tierra natal, en La Paz.

Monterrosa estudió una licenciatura en química en San Salvador y comenzó su vida laboral en el Jardín Botánico, en Antiguo Cuscatlán, pero siempre tuvo la semilla de establecer un negocio propio y siguió los pasos de su padre en el cultivo de loroco.

Las leguminosas fungen como regeneradoras del suelo porque sus raíces fijan nitrógeno que las planta utiliza como fertilizante. /Francisco Valle
Las leguminosas fungen como regeneradoras del suelo porque sus raíces fijan nitrógeno que las planta utiliza como fertilizante. /Francisco Valle


Hace dos años compró la finca donde su padre trabajaba y encontró una cepa con características “únicas”. “En el país, somos los únicos que tenemos esta cepa (...) Mis clientes estuvieran satisfechos si yo produjera solo de estos, pero el uso que se le dio hace 20 años, la tierra se degradó", indicó Monterrosa.

Para recuperar los nutrientes del suelo, han sembrado leguminosas que sirven como renovador de la tierra, y árboles Neem, originario de la India que funge como pesticida natural.

Además, tienen un banco de germoplasma para reproducir la cepa. "Estamos luchando”, insistió el empresario, al tiempo que detalló que elaboran fertilizantes orgánicos para ser “más amigables con el medio ambiente”.

Zona de reproducción del loroco en la finca de Jorge Monterrosa, ubicada en Santa Cruz Porrillo, San Vicente. /Francisco Valle
Zona de reproducción del loroco en la finca de Jorge Monterrosa, ubicada en Santa Cruz Porrillo, San Vicente. /Francisco Valle


La cuna del loroco ha sido Ahuachapán desde 1990 y hace siete años hubo un “boom” en El Achotal, San Pedro Masahuat, La Paz.

Monterrosa exporta cerca de 1,200 libras de loroco fresco a Houston, donde el salvadoreño, Juan Carlos Kalil, adquiere el producto para distribuirlo en supermercados de Houston, Dallas, San Antonio y Austin.

Además, envía de 1,200 a 1,500 libras a Los Ángeles, y 2,500 libras a Washington.