El reciente desplome de la libra esterlina, que el lunes cayó a un mínimo histórico frente al dólar ¿significa que el Reino Unido está tan mal como en los años 1970 o 1980, cuando la moneda británica alcanzó sus anteriores mínimos?

El contexto económico actual tiene similitudes con el de esas décadas, cuando el Reino Unido era apodado "el enfermo de Europa", pero los males actuales de la economía británica son diferentes, y la situación no es exclusiva a este país.

Durante los años 1970, un periodo de choque energético como el actual, el gobierno laborista británico optó por respaldar la economía con gasto público, lo que provocó una caída de la divisa, un aumento de la inflación y el deterioro de las finanzas públicas.

Londres tuvo que entonces recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI).

También ahora la inflación se dispara hasta casi 10 % -aunque todavía lejos del 20 % de 1975-, las tasas de interés suben, la recesión toca a la puerta y las cuentas públicas se deterioran debido al masivo programa de ayudas a las facturas energéticas lanzado por el nuevo gobierno conservador de Liz Truss.

Los mercados se vieron sorprendidos por la mezcla de costosas ayudas públicas y recortes generalizados de impuestos anunciada el viernes por el ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng.

Esta combinación se considera temeraria y arriesgada, sobre todo porque su financiación sigue sin estar clara, y tuvo un efecto revulsivo en los mercados.

Reformas mínimas.

En la década de 1980, la política de austeridad de la primera ministra conservadora Margaret Thatcher y sus importantes recortes fiscales fueron acompañados por reducciones drásticas del gasto público y desregulación.

Pero aunque los recortes fiscales anunciados por el gobierno de Truss "son similares en escala" a los de los primeros años de Thatcher, "las reformas son mucho menores", señala Paul Dales, especialista en el Reino Unido de Capital Economics.

En comparación con la privatización, la reducción del poder sindical y la aceptación del mercado único en los años 1980, las áreas de inversión prioritarias y las modificaciones de los criterios de las prestaciones sociales tienen poca importancia".

Paul Dales
Especialista de Capital Economics


Tras años de vacas flacas, entre el choque competitivo que supuso la entrada en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1973 y las reformas de la era Thatcher, "el mercado británico se había vuelto mucho más competitivo" y la economía se reactivó, dice a la AFP Jane Foley, analista de Rabobank.

En cambio, ahora "el Brexit, la próxima recesión y la altísima inflación están dejando un sabor amargo en la boca de los inversores", agrega.

Pese a todo, la limitación de la factura energética tendrá un efecto tranquilizador sobre la inflación a corto plazo. Y a diferencia de los años 1970, el desempleo está en su punto más bajo e incluso el Reino Unido tiene escasez de mano de obra como consecuencia de la pandemia y el Brexit.

Además, la situación británica no está aislada de la de otros países europeos, que también enfrentan una crisis energética, deterioro de las finanzas públicas y subida de tasas de interés.

En el Reino Unido, el Brexit complicó las cosas pero por ejemplo "Italia acaba de elegir a alguien con supuestas raíces políticas en el fascismo, y Alemania se enfrenta a apagones este invierno y a una grave recesión", por lo que "hay mucha competencia hoy en día por el título de 'enfermo de Europa'", señala Jonathan Portes, economista del King's College.

La libra esterlina se considera ciertamente un barómetro de la economía británica, pero su reciente caída se debe, como en 1985, en gran medida a la fortaleza del dólar, la moneda de refugio por excelencia en tiempos de turbulencia como los actuales, y que aplasta a otras divisas, especialmente al euro.

La moneda británica se recuperó en 1985 después de que los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido y Japón firmaran los Acuerdos del Plaza para depreciar el dólar.

Por ahora, los líderes políticos no parecen estar considerando medidas similares, señala George Saravelos, del Deutsche Bank.