Todas las investigaciones económicas concluyen que los modelos económicos implementados en El Salvador no fueron suficientes para corregir las grandes deficiencias y llevar bienestar a la población.
Un nuevo estudio -elaborado por la Fundación para el Desarrollo de Centroamérica (Fudecen) en colaboración con el Colegio de Profesionales en Ciencias Económicas (Colproce), la Red de Ambientalistas Comunitarios de El Salvador (RACDES) y el Centro para la Defensa del Consumidor (CDC)- señala que el modelo de desarrollo económico está sumergido en siete trampas.
Óscar Cabrera, presidente de Fudecen y expresidente del Banco Central de Reserva (BCR), explicó que en El Salvador se implementó el modelo de neoliberalismo radical y diversificación de las exportaciones entre 1990 y 2009, que implicó una apertura comercial y financiera, así como la privatización de empresas públicas, la banca, el sistema de pensiones y la dolarización.
Luego, de 2010 a 2019, se implementó el “neoliberalismo mitigado”, con transformaciones productivas y sociales.
En ambos períodos, los indicadores económicos quedaron rezagados. En el primero, la inversión apenas representó un 4.4 % del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que en el segundo bajó a 3.5 %.
El PIB creció a un promedio de 2.6 % en el primer modelo y 2.5 % para el segundo. La productividad creció un 0.6 % y un 0.4 %, respectivamente, mientras que la deuda pasó de un 42 % a un 65.9 %.
Trampas
Según Cabrera, el actual modelo económico, que denominó “vuelta al neoliberalismo radical”, está sumergido en siete trampas.1. Bajo crecimiento económico. El economista explicó que se debe a la ausencia de una transformación productiva, así como a los casi nulos niveles de productividad y complejidad económica.
De Centroamérica, El Salvador es la economía que menos creció entre 2019 y 2023, con una tasa promedio de un 2.3 %. La producción y el empleo se concentra en sectores de baja complejidad, derivado de un cambio en la estructura productiva que pasó de la agricultura a los servicios.
Al revisar el PIB por remuneraciones, Cabrera detalló que por cada dólar producido entre 2020 y 2023 se destinó $0.38 al trabajador y $0.38 al capital. “En los países de menor desigualdad, de cada $1 que se produce, $0.70 van para los trabajadores y $0.30 para el capital. Es un indicador de elevada desigualdad desde la perspectiva de la producción y del ingreso”, dijo.
2. Un conjunto de valores, normas, prácticas y estructuras que perpetúan la discriminación y la intolerancia contra la mujer, los pueblos originarios, la juventud y el colectivo LGBTQI+. En esta trampa, la investigación plantea que las mujeres destinaron 38.33 horas semanales al trabajo doméstico no remunerado, 25 más que los hombres, que promediaron 13.05.
También, el colectivo LGBTQI+ está marcado por un “desorbitante clima de discriminación”. Un estudio encontró que entre 2020 y 2021, al menos un 48 % se encontraba desempleado, mientras que el resto recibía menos de $300 mensuales.
3. Elevados niveles de desigualdad y pobreza que imposibilitan la movilidad intergeneracional. Después de la pandemia de covid-19, la pobreza total aumentó 126,379 personas y la pobreza extrema en 220,572.
Cabrera destacó además que la tasa de desempleo en El Salvador, menos al 6 %, hace pensar que “estamos en un país desarrollado”, pero en enmascara elevados porcentajes de la población que se encuentra en subempleo, de más de un 40 %.
4. Amplios desequilibrios comerciales y de cuenta corriente como resultado natural de las discapacidades competitivas y tecnológicas diferentes. El economista recordó que las remesas familiares han sostenido los déficit comerciales. Por ejemplo, al término de 2023, los envíos de bienes sumaron $6,498.1 millones, una cifra que quedó lejos de los más de $8,100 millones que ingresaron en remesas.
Además, la estructura de las exportaciones está dominada por productos de complejidad baja, como agrícolas y textiles.
“¿Cómo se está financiando la economía salvadoreña, una economía dolarizada? ... En suma, esta economía está sobreviviendo gracias al endeudamiento externo, gracias a la poca inversión extranjera directa que viene al país”, dijo Cabrera.
5. Tributación regresiva, elevados niveles de deuda que incumplen los derechos económicos sociales y culturales. “Las élites y los grupos poderosos en El Salvador han cumplido su cometido de no dejar implantar impuestos progresivos, impuestos al capital, impuestos al patrimonio”, sostuvo el economista.
Según el estudio, los gobiernos de los últimos 40 años descuidaron el potencial redistributivo y mantuvieron una carga tributaria basada principalmente en el IVA (cargado a consumo) y la renta (a los salarios y las ganancias). En su lugar, recortaron gastos y minimizaron los “impuestos sobre quienes tienen más capacidad para pagarlos”, sostuvo el economista.
6. Significativos riesgos en la estabilidad del sistema financiero transmitidos por una elevada inversión en deuda pública y un incremento del endeudamiento de los hogares. La investigación señala que las reservas del BCR se redujeron un 23 % entre 2019 y 2023, frente a un aumento en el crédito que otorga la banca privada al gobierno en emisiones de Letras y Certificados del Tesoro (Letes y Cetes).
7. Alta exposición y vulnerabilidad al cambio climático. La investigación calculó que las pérdidas económicas por eventos climáticos entre 2000 y 2023 sumaron un 16 % del PIB, equivalente a $5,442 millones.
