Con 40 años de dar el “toque” a los panes que se venden en pequeños carretones en cualquier pueblo o ciudad de El Salvador, Nutriz es uno de los pesos pesados en el segmento de salsas rojas tipo kétchup y chile, así como la tradicional salsa negra que acompaña la fruta. Además, produce mayonesa, mostaza, vinagre y esencias en los sabores de vainilla, fresa, piña, uva, chicle azul y menta, utilizadas para el jarabe de minuta, panadería, refrescos y paletas.
En 2022, Nutriz comenzó a exportar salsa negra a través de una marca privada de compradores salvadoreños en Estados Unidos, que llega a supermercados de Maryland, Virginia, Nueva York, Carolina y Texas.
“Allá la que tiene mayor demanda es la salsa negra porque es producto nostálgico. En Estados Unidos pueden encontrar otro tipo de kétchup, pero negra, como tal, no la tienen”, añade Carlos Castillo, la segunda generación a cargo de la producción de la planta.
Para el proceso de exportación, Nutriz recibió asesoría sobre los procesos administrativos y el cumplimiento de la normativa de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) a través del programa Proinnova, ejecutado por Fusades con financiamiento del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
“Todo es manual y todo ese proceso artesanal va para Estados Unidos”, afirmó con entusiasmo el encargado de la planta que ofrece empleo directo a 10 personas.
La calidad ha valido para que ingrese a otros mercados como encomiendas, asegura Castillo, quien a través de redes sociales o comentarios de amistades se ha dado cuenta que sus productos se venden también en tiendas de Guatemala y Honduras.
De una “ollita” a operar maquinaria pesada
La trayectoria de Nutriz comenzó en las manos del padre de Carlos, don Efraín Castillo, originario de Quezaltepeque, La Libertad, quien por aventuras de la vida se había mudado a Zacatecoluca, La Paz. El salvadoreño señaló que su familia se dedicaba a la agricultura, pero “me gustaba la sombrita", por lo que aprendió varios oficios y fórmulas para elaborar productos.
“Comencé en una ollita pequeña, llevaba las botellitas al mercado y las vendía. Las hacía en mis casas. Luego compré ollas más grandes, y así fui creciendo”, recordó el salvadoreño.
Después de casarse y con la llegada del primer hijo, decidió que era momento de crecer el negocio y alquiló una casa en San Salvador, pero luego se mudaron a Santa Tomás, donde ha permanecido desde 2001.
Primero alquiló una infraestructura para instalar su planta, después compró un terreno donde se encuentra actualmente y este mes completa la mudanza a una vivienda adicional que permitirá aumentar en más de 40 % su capacidad de producción.
En la actual planta producen 12,000 kilogramos semanales, con un promedio de 3,400 kilogramos diarios, pero con la nueva infraestructura la capacidad aumentará a 5,000 kilogramos en una jornada de ocho horas.
Sin embargo, Carlos Castillo reconoce que cuando tienen los pedidos para EE. UU. aumentan la producción porque un despacho alcanza los 2,500 kilogramos en una semana.
El emprendedor detalló que un 90 % de la producción se queda en el mercado local, donde la salsa tipo kétchup, usada para los tradicionales panes, se corona como la favorita para los salvadoreños.
Solo en adecuar un edificio de tres pisos y la compra de equipos, la familia Castillo ha invertido medio millón de dólares. En el tercer nivel se ubicará la “zona de control” con caldera de vapor, sala de purificación de agua y torre de enfriamiento, mientras que en el segundo se encontrará el equipo de envasado, que se movilizará a través de un elevador.