Un 98 % de las trabajadoras domésticas remuneradas no tiene un contrato laboral, mientras que un 2 % sí tiene, pero es indefinido, o no sabe si hay un acuerdo legal con su empleador, reveló un estudio elaborado por la Fundación para el Desarrollo de Centroamérica (Fudecen) y por Oxfam El Salvador.

Soraya, quien decidió guardar su identidad por miedo a represalias, ha vivido en carne propia lo qué significa no poseer un contrato laboral que respalde su trabajo. “Cuando la patrona quiere me va a echar, no tenemos un contrato que nos apoye, para que el patrón no venga a los seis meses y nos quite en trabajo, porque así a veces nos toca”, lamentó.

La ausencia de un contrato laboral repercute en la cantidad de horas que trabajan, el tipo de tareas que realicen casi siempre son más que las informadas en un inicio, un despido arbitrario, y que no se cancele a tiempo el salario.

El estudio retomó la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM) de 2021, en la cual también se señala que un 98 % de las trabajadoras del hogar no tiene ningún tipo de afiliación a la seguridad social o ahorro de pensiones, 1.2 % dijo estar afiliada y solo un 0.3 % aseguró ser cotizante activo.

“Ni siquiera en la unidad de salud nos quieren dar permisos muchas veces”, aseguró esta trabajadora doméstica.

El documento señala la necesidad de dar acceso a la información a las trabajadoras sobre los derechos laborales, así como asesorías legales para reivindicarlas y reducir la precarización laboral.

Hasta diciembre de 2022, unas 1,855 personas que pertenecían al servicio doméstico eran cotizantes (los efectivamente pagados) del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS).

Largas jornadas.

Las trabajadoras domésticas no solo deben de lidiar con que no se exija a los patronos otorgar una seguridad social, también deben de trabajar largas horas laborales que no son recompensadas.

Soraya trabaja hasta 80 horas a la semana, cuando no se deben de superar las 44 según el Código de Trabajo.

“El día a día es bien trágico, porque uno entra a las cinco de la mañana, sale si es posible a las siete de la noche. Son de 77 a 80 horas semanales por un sueldo miseria, porque si quieren le dan $150, al menos $75, y a veces no le pagan a uno cabal”, expuso.

Esta salvadoreña es parte del sostén de su casa, junto con su esposo, un zapatero que podría ser desalojado del centro de San Salvador por ser un comerciante informal.

La esperanza de Soraya es que el Gobierno decida ratificar el artículo 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una iniciativa que daría protección a las mujeres y hombres que laboran en el sector doméstico del país.

Mientras tanto, está salvadoreña seguirá luchando por llevar comida y sustento para sus hijos y sobrinos, con la esperanza de que un día, sus deseos de migrar por una mejor vida desaparezcan.