El 11 de septiembre de 2001 el mundo entero contemplaba horrorizado los ataques terroristas de extremistas islámicos contra Estados Unidos, que dejaron más de tres mil personas muertas, incluyendo al menos dos salvadoreños, un ataque del que aún se sienten sus consecuencias.

El ataque contra las torres gemelas en Nueva York, utilizando aviones civiles contra objetivos civiles, provocó el horror de todas las personas de bien en el mundo. Ese día marcó un cambio notable en la manera de ver el mundo. El extremismo islámico mostró su veneno y su odio hacia occidente, demostró la capacidad perversa de atacar a civiles inocentes a plena luz del día de una manera cruel, despiadada e insensata.

La imagen de los edificios humeantes y su posterior derrumbe, llevándose consigo la vida de más de tres mil personas, es imborrable en los anales de nuestra historia contemporánea.
Pero lejos de amilanarse ante el extremismo y el terrorismo, los pueblos y gobiernos unieron esfuerzos para prevenirlo y combatirlo, en cualquiera de sus formas.

A 21 años de los atentados terroristas es importante reflexionar sobre aquellos hechos y sobre el futuro de la humanidad en tiempos que se contemplan otras amenazas, incluso la nuclear, se invaden naciones pacíficas o se amenaza con hacerlo, evocando tiempos ya superados, retrocediendo en la convivencia pacífica de los pueblos y la paz mundial.

Es importante tener claro que el terrorismo, venga de donde venga y bajo cualquier forma que se presente, es un flagelo mundial injustificable, inaceptable, cruel, despiadado, inhumano. La gente de bien no puede admitir esa barbarie bajo ningún punto de vista.