Hoy se cumplen 40 años de la primera visita del papa Juan Pablo II a tierras salvadoreñas. Ocurrió en medio de un horrible conflicto fratricida, de las peores matanzas de nuestra historia, cuando éramos campo de tiro de las ideologías de las superpotencias y el odio prevalecía entre hermanos.

Las consecuencias de esa horrible guerra aún las sufrimos y las estamos pagando. Entonces Juan Pablo II -elevado a la santidad poco después de su muerte en 2005- nos llamó a ser “artesanos de la paz”, tristemente nuestra historia de larga conflictividad y división, aún nos mantiene distanciados como sociedad.

El mensaje de San Juan Pablo II sigue vigente en El Salvador de hoy, por eso vale la pena recordarlo: “Es urgente sepultar la violencia que tantas víctimas ha cobrado en ésta y en otras naciones. ¿Cómo? Con una verdadera conversión a Jesucristo. Con una reconciliación capaz de hermanar a cuantos hoy están separados por muros políticos, sociales, económicos e ideológicos. Con mecanismos e instrumentos de auténtica participación en lo económico y social, con el acceso a los bienes de la tierra para todos, con la posibilidad de la realización por el trabajo”, decía el Papa entonces.

El Papa realizó repetidos y vehementes llamados a poner fin al doloroso conflicto armado que sufría el país en aquel momento, pero las partes en conflicto hicieron oídos sordos y la guerra civil duró casi una década más. Luego vendrían unos Acuerdos de Paz que abrieron la esperanza de un futuro mejor, una democratización sin precedentes, pero contaminada por la corrupción y la polarización política que retrasó el desarrollo económico y social del país. El desafío del Papa sigue ahí: ser artesanos de la paz.