Joe Biden tiene 80 años y Donald Trump tiene 76 años. Pero lejos de mostrar la sabiduría que esas edades representan, ambos políticos están desfasados, desgastados, pasados de moda. Es impresionante cómo Estados Unidos no puede renovar a sus candidatos.
Trump representa el falso conservadurismo estadounidense, un tipo con unos comportamientos morales cuestionables en lo público y lo privado. Racista hasta la médula, irrespetuoso con los países amigos y aliados, controversial, excluyente y confrontativo al grado que alentó peligrosos incidentes como la toma del capitolio.
Biden es ya un presidente sin luces, sin muchas ideas, con un liberalismo criticable por amplios sectores conservadores estadounidenses, incapaz de cumplir sus promesas en muchos temas, incluyendo una reforma migratoria compasiva que tanto ofreció a los hispanos a la hora de la campaña. Su administración ha descuidado demasiado América Latina y su único enfoque serio pareció ser Ucrania.
Difícil para Estados Unidos que sus líderes sean incapaces de fortalecer a la Unión, y por el contrario, profundizan sus divisiones. Cuando el poderío estadounidense radica precisamente en su unidad y en su liderazgo capaz de enfrentar enormes dificultades a lo largo de su historia. ¿Pero podrán Trump o Biden enfrentarlas ahora? Difícilmente. Sus discursos han atizado una hoguera que solo un gran líder puede sofocar y ellos no tienen las características para eso.