El presidente estadounidense Joe Biden cumple un año de haber asumido el poder en un ambiente complejo internamente afectado por la pandemia y una inflación que afecta a los consumidores norteamericanos.
Biden cambió notablemente el discurso antimigrantes que caracterizó a Donald Trump quien llegó al extremo de insultar a países como El Salvador con aquella insultante frase.
Biden ha hecho de la defensa de la democracia y el combate a la corrupción su enfoque central hacia Latinoamérica, pero a veces da la impresión que es mucho discurso y pocas acciones como se ha visto especialmente con Nicaragua y Venezuela, cuyas dictaduras parecen consolidarse pese a las sanciones.
Por otro lado, Biden ha fallado en su promesa de una reforma migratoria que alivie la situación de millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, incluyendo cientos de miles de salvadoreños. El problema de migratorio, lejos de disminuir, ha aumentado desde el Triángulo Norte de Centroamérica y ahora desde Nicaragua.
La administración Biden ha dicho que busca atacar las raíces del problema migratorio, las causas económicas y de pobreza, la corrupción y la falta de incentivos de la población para permanecer en sus países, pero las promesas de ayuda se enmarañan en la burocracia estadounidense y el problema sigue creciendo.
Estados Unidos debe seguir apostando a cooperar a esas soluciones pero con acciones más concretas que se puedan percibir.
