El periodo navideño, marcado por la alegría de las reuniones familiares y las celebraciones, también trae consigo una sombría realidad: los accidentes y tragedias que empañan las festividades. Según la Dirección General de Protección Civil, en lo que va de esta temporada se han registrado 896 accidentes de tránsito, con un saldo de 60 personas fallecidas en las carreteras y dos más por ahogamiento. Estas cifras, aunque en algunos aspectos muestran ligeras mejoras con respecto al año pasado, evidencian un desafío que las autoridades y la sociedad deben abordar con mayor compromiso.
Un dato preocupante es el incremento del 8 % en los accidentes de tránsito entre el 12 y el 24 de diciembre en comparación con el mismo periodo de 2023. Aunque el número de fallecidos en las carreteras se redujo un 6.2 %, estas muertes siguen siendo tragedias evitables. La implementación de reformas a las leyes de tránsito, como la detención de conductores con cualquier nivel de alcohol en su organismo, ha contribuido a reducir las capturas por conducción peligrosa en un 50 %. Sin embargo, 69 personas detenidas por esta causa aún representan un llamado de atención sobre la irresponsabilidad en las carreteras.
La situación no es menos alarmante en otros ámbitos. Los rescates acuáticos han aumentado en un 225 %, reflejando una creciente exposición al peligro en actividades recreativas. Además, los casos de menores con quemaduras por manipulación de pólvora —11 hasta ahora— siguen siendo una tragedia recurrente que expone fallos en la supervisión y la educación sobre los riesgos de estos productos.
Es innegable que las autoridades están tomando medidas para mejorar la seguridad, pero estas no serán suficientes sin un cambio de actitud por parte de la población. El respeto por las normas de tránsito, la moderación en el consumo de alcohol y la vigilancia en el uso de pólvora son responsabilidades compartidas entre el gobierno y la ciudadanía. Las campañas de concienciación deben ser constantes y contundentes, especialmente en temporadas festivas, cuando los riesgos aumentan exponencialmente.
La Navidad debería ser un tiempo de celebración y unión, no de luto por vidas perdidas en accidentes evitables. Las estadísticas actuales, aunque muestran avances en algunos aspectos, son un recordatorio de que todavía queda mucho por hacer para garantizar que las festividades no se conviertan en una época de tragedia. La seguridad vial y festiva debe ser una prioridad para todos, pues solo con un esfuerzo conjunto lograremos reducir estas cifras y celebrar unas fiestas verdaderamente seguras.