Los hay de todas las nacionalidades -salvadoreños incluidos- pero mayoritariamente son venezolanos, haitianos, ecuatorianos, hondureños, cubanos, guatemaltecos, nicaragüenses. Son personas que huyen de regimenes oprobiosos como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, otros huyen de condiciones de miseria como de Haití y Honduras y otros de graves situaciones de inseguridad como la de Ecuador.
Los migrantes enfrentan un dilema terrible, no tienen nada que perder, sus países no les ofrecen futuro y prefieren arriesgarse a todas las dificultades del trayecto y a una deportación casi segura, que seguir soportando las condiciones que abandonaron.
Pero lo peor es que hay por lo pronto, lo de la frontera sur de Estados Unidos no es único. Hay otras dos crisis latentes en la región. Una en el llamado Tapón del Darién entre Panamá y Colombia, donde cientos de miles de migrantes pasan por una selva inhóspita y cruel para enrumbarse hacia Estados Unidos, creando una crisis humanitaria insoportable para los panameños.
Y a unos cientos de kilómetros más al norte, en Honduras, sucede algo similar: más de 400 mil migrantes irregulares han pasado en lo que va del año. Honduras y su eterna crisis económica y de inseguridad, sumado a la inestabilidad política que provoca el gobierno de Xiomara Castro, tampoco tiene para enfrentar la crisis humanitaria. De manera que es todo el continente el que está sufriendo una crisis de migrantes de terribles y duras consecuencias.