Hace casi tres años que se reportó el primer caso de covid-19 en El Salvador. Unos días antes el gobierno había establecido las primeras medidas para controlar la movilidad de personas, luego vendría el confinamiento y una serie de restricciones con el fin de prevenir el contagio masivo.

Era una etapa de pánico en todo el mundo y El Salvador no estuvo exento de ello. Las olas de contagios en China -donde todo comenzó- y luego en países como Italia, España o Alemania, y ciudades como Nueva York, aterrorizaban sobre las consecuencias que la pandemia traería a nuestros países, con limitaciones mucho mayores. Ni siquiera teníamos suficientes respiradores en caso de emergencia, la situación de los hospitales era caótica y había una escasez mundial de insumos médicos como mascarillas.

En aquellos días circularon fotos de las calles principales de todas las ciudades del mundo totalmente vacías. Entre las medidas tomadas por el gobierno y la actitud responsable de la inmensa mayoría de ciudadanos, el brote de covid-19 no fue tan intenso como en otros países pero las escenas de hospitales abarrotados de pacientes y los funerales de los fallecidos por la enfermedad marcaron mucho el ánimo de preocupación de todos los salvadoreños. A eso había que sumarle la parte económica que nos golpeó con fuerza a todos, ricos y pobres.

Tres años después mucho hemos aprendido y hemos superado bastante los efectos de la pandemia. El ministro de Salud aseguraba ayer que el país lleva más de un mes sin letalidades por covid-19 y que incluso hay días que no tenemos casos en el país. Vale la pena recordar al personal médico y de enfermería que se entregó de lleno a la atención de pacientes durante la pandemia y el sacrificio máximo de aquellos que perecieron víctimas de la enfermedad. El país jamás podrá pagarles tanto sacrificio.